Arrodillarse hacia el agua que viene y hacer el gesto de beber… y no ese lupanar de vestidos y afeites por el que desciende el hombre hacia su nada.
La piel es lo que importa, hasta sacar la sangre de su viva charada, hasta encontrarle el pálpito.
Acabo de rematar mi texto para el acto de entrega del Premio Libertad 2008 al doctor Luis Montes y me he quedado como vacío. Fui un mar de dudas a la hora de escoger el tema sobre el que poetizar en ese acto… ¿la libertad, el dolor, la muerte, la calma…?, y me fui convenciendo poco a poco de lo que siempre acabo convenciéndome: debo hablar de mí, desde mí y para mí. Y así lo he hecho, indagando en mi yo más onírico y dejándome llevar por los parajes de la libertad, el dolor, la muerte, la calma, el cuerpo.
No sé si, al final, mi texto estará en el tono de lo que pretenden los organizadores de los Premios Libertad, si llegará a la sensibilidad del galardonado o si estará a la altura de las circunstancias, pero sí sé que he escrito un poema sincero y consecuente, el que quería escribir de verdad.
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Todo pasó sin más, serenamente, casi sin prestarle atención a las hermosas huellas pretendidas. Conocí a Luis Montes y a su colega [no recuerdo ahora el nombre, que soy un puto desastre para estas cosas] y me dejaron una impresión extraordinaria…
Del trasunto social me quedo con la crónica pequeña… besote a mi Marina preciosa con su Arturo del brazo, abrazón a un Jesús Málaga loquito por llegar hasta un baño para hacer sus desagües, caricia a Marisol y mil miradas para saberla fuerte y grande de verdad, chascarrillo rapidote con Jesús Caldera [al que le canté aquello de ‘Piensa en mí…’ [le noto relajado y un tanto cabreadillo con la gestión del gobierno], abrazote a Lola [que se ha puesto reguapa], saludo cariñoso de Fernando Pablos con ese ‘yo te he leído mucho’ que tanta fuerza me da a veces, cruzaíto de palabras con el colega JASP [me dijo que vio mi nombre en ‘El Cultural’ de ‘El Mundo’ la semana pasada… y yo sin enterarme… mecachis] y penita de ver a su diosa divina con la rodilla destrozada por una mala operación [que se te arregle pronto, reguapa], Santi Nieto bregando con sus cosas, Antoñito Caldera con su res premysera solicitando un apoyo que yo pienso aportarle, risillas siempre cómplices con el fabuloso Andrino, guiñito a la señora Miñana [que estaba hecha un pimpollo], cabreo de mi Higinio Mirón porque aún hay censura para el hermoso libro que ha hecho sobre su padre… y mil gracias a todos los que me dieron una palmadita porque les gustó mi lectura [está el mundo lleno de gente generosa]… y Luis Montes haciéndome soñar con esa frase dicha en alto: ‘¡Llevaré a Esperanza Aguirre a los juzgados y la sentaré a declarar ante un juez!’ [me encantaría verlo, hermano].
Luego comimos opíparamente en Barro Colorao y hablamos de cosas serias y nos reímos de algunas ironías que de cuando en vez lanzaba algún comensal.
Abrazos, despedida y cierre.
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Estoy hecho unos zorros. Vomité la comida y tengo un malestar desesperante, una náusea que casi me lleva a apiadarme de mí cuando mejoro un puntito. Aguanto el apretón y tiro de palabras.
El murciélago se reduce a este latir voluble de acentos y aspavientos, a esta rara logística del cuerpo que me empuja a regurgitar como un herbívoro las brumas interiores pegajosas y a saborear este rigor de yeso.
Hoy no existen las cremalleras ni la prestidigitación de los muslos suaves, solo el estuco en la lengua y unas ganas infinitas de no tener pupilas.
Sé que nada sucede, pues los ciclos me traen a estos estados de barranco con exacta frecuencia, así que permanezco quieto, a fuego lento, y espero a que la urdimbre de caballos vuelva a tomar el tono.
Me conozco y sé del vuelo torpe que me traza tanto como de sus interrupciones.
Agarrado a la red, espero a que el oxígeno se deshaga de estas branquias de topo que me matan lo lúbrico.
Hoy no estoy nada bien, quizás mañana amaine.
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