4 de octubre de 2008
[ayer, el malestar que traía no me permitió colgar esta entrada]
Llegué del XI Encuentro de Poetas Iberoamericanos [‘huerto magnífico de todos’] con una importante infección urinaria [no en vano me tiré al barro de la fría noche salmantina junto al inefable Juan Antonio Bernier –total pa nada– con una camisina blanca y una chaquetilla de mentira, entrando a montones de garitos donde el calor era sofocante y saliendo de ellos regazado para aterirme al instante].
*Con Curro Bernier durante la cena del día 3
El encuentro fue estupendo, entre otras cosas, porque me trajo al Bernier más piporrillo con su cosa de búlgaro en ciernes [lleva el hombrito poco menos de un mes en Bulgaria como profe de español y anda como pirulín bandera], por recuperar y volver a abrazar con ganitas a Isla Correyero y quitarme de una vez esa distancia que tanto me molestaba y con la que tantos cabreos me he pillado… no hay como verse, ¿verdad, Isla? [a la que no reconocí al primer golpe de vista], por guiñarle el ojo a la fragante y listísima Isabel Bernardo, por conocer en persona a Nancy Morejón [cubanona hermosísima y poeta homenajeada en el encuentro por el Ayuntamiento de Salamanca… qué buen rollito tiene esta mujer], por quedarme boquiabierto con la poesía del mexicano Miguel Aguilar Carrillo [al que no conocía y con el que he flipado en colores al oírle leer su poema ‘Muchacha en la playa’], por saber también de la obra excelente del ecuatoriano Xavier Oquendo Troncoso [hace un ratito leí delante de un café solo ‘La conquista del agua’… ‘… Haremos un hijo de varias mujeres / que estrenen placentas en cumbres rosadas…’], por ver con mis ojos la bondad hecha gestos de Ángel Luis Luzán y su chica divina, por la lúbrica lectura de María Antonia Ricas [la vi de perfil mientras recitaba y fue precioso], por asistir absorto al derroche de seguridad –envidiable– de Paca Noguerol [lo que sabe la moza… y lo que controla…]... y por el buen trato recibido de Alfredo Pérez y de su Jacqueline.
Mil gracias a todos por el afecto y las ganitas.
*Alfredo Pérez Alencart y Jacqueline
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Y nada, que salí de Béjar cargado con un espejo y unas cajas de zapatos para mi hija, con una maletita para mi ropa y bastante cansancio acumulado del curro semanal. Tardé lo indecible en llegar a Helmántica [la carretera está en obras y había multitud de camiones en el trayecto], pero lo hice con suerte y volví a encontrar aparcamiento cerca de la casa de mi hija. Llamada de aviso, descarga del material bélico y caminito a la casa para entregar. Mi reina estaba en el portal esperando junto a Adrián. Subimos los aperos a la casa y vi con alegría que mi chiquitilla ha cambiado de habitación [no ha ganado metros, pero tiene un ventanal con vistas al Campo San Francisco y a la catedral, circunstancia que le da un cambio cualitativo a su supervivencia]. Acabada la entrega, nos fuimos a tomar un café dando un paseo hasta la Plaza Mayor y charlamos los tres durante una hora larga. Luego, me acompañaron hasta el hotel donde me he alojado [Puerta de la Catedral NH] y subieron a ver la habitación, un lujo nubio para los días que corren [Mariángeles pilló la crema de manos que había en el baño y se la llevó en el bolsillo].
Nos despedimos con abracito.
*Material del congreso en mi habitación del Hotel Puerta de la Catedral NH
Cuando quedé solo en la estancia hotelera, me acomodé [me quité los zapatos y los pantalones, y me tumbé en la cama] y me dispuse a hacer la selección definitiva de los poemas que habría de leer en mi intervención en el encuentro [se me había encomendado la labor de cerrar la jornada inaugural con mi declamación y de hacer un breve discurso de bienvenida a los poetas de las ciudades Patrimonio de la Humanidad]. Cerré el asunto en media horita y salí a pasear Salamanca a solas hasta las siete de la tarde, hora en la que había previsto un encuentro informal de los poetas en el hotel para hacer las presentaciones [mis primeros abrazos fueron para Bernier e Isla, a los que hacía un montón de años que no veía]. Saludos, charla distendida y caminito del salón de recepciones del ayuntamiento salmantino. Cuando llegamos, estaba lleno hasta la bandera, y entre el personal asistente –para mi alegría– estaban mis amigos Gerardo y Elenita.
* Con Nancy Morejón en el Ayuntamiento de Salamanca
Arrancó el acto Isabel Bernardo con un discurso muy bien preparado que me gustó [esta chica es racial y muy inteligente… y encima me cae de puta madre]. Dio entrada a Nancy Morejón, entregándole el título de ‘Visitante de Honor de la Ciudad de Salamanca’ e invitándola a realizar su lectura, que inauguraría el encuentro. Nancy estuvo muy poeta en su lectura [es cubana y solo con su acento y la forma de vocalizar y casi susurrar sus poemas ya tiene medio ganado el cielo]. Estuvo bien. Luego fue el turno de Xavier Oquendo Troncoso, que me sorprendió gratamente con su poesía, y el del portugués Vasco Graça Moura [bastante más alejado de mis gustos poéticos… y demasiado político]. Ambos fueron presentados por Alfredo.
*Foto política en la cena oficial del primer día de encuentro
Y llegó mi turno. Me presentó Isabel Bernardo y lo hizo desde el cariño, con lo que puede imaginarse que se pasó tres pueblos en elogios hacia mi persona y hacia mi poesía, pero uno ya agradece estas cosas, aunque no se acerquen a la verdad del todo, por eso de que son demasiados años de palos y silencios. Y leí con ganas y con fuerza, levantando la voz cuando era preciso y susurrando cuando los versos me lo pedían. Rematé dedicándole a Nancy un poema de alto contenido erótico y creo que me la gané desde ese instante [hasta que volví a casa todo han sido sonrisas y frases cariñosas, hasta el punto de que me indicó a la hora de la comida que me sentara a su lado para charlar, y lo pasamos estupendo con una conversación entre seria y distendida… me llamaba ‘cabrón’ cuando le decía alguna maldad... y reía a carcajadas].
* Emilio y Los Derrumbados cantando en la noche de El Savor
Y cenamos de lujo en una cena oficial… y a eso de las doce me escapé con Bernier a la noche salmantina [demasiada bebida, frío/calor como para pillarse una erisipela y una curiosa audición en ‘El Savor’ del grupo Los Derrumbados, que dirige mi amigo Emilio… divertidísimos]. Nos acostamos tarde y maltrechos.
Dormí poquito.
*otra foto con Nancy
Y a eso de las nueve me levanté, desayuné rapidito en el hotel y me tiré a la calle para pasear Salamanca a solas. Di varias vueltas largas y en una de ellas me encontré con Willy y su señora, el radiólogo que trato a Geles en su última operación, un tipo entrañable y cultísimo que me sigue desde hace años y me muestra su afecto con alegría cada vez que me ve. Charlamos de largo y me enseñó algunos secretos salmantinos, como ése por el que un arquitecto se burla del que realizó el edificio de enfrente con un medallón esculpido en piedra de Villamayor [lo fotografié]… varios acertijos, definiciones y juegos de palabras y, pásmense, me regaló un par de cositas que llevaba en la cartera y que yo vuelco a estas páginas.
*el entrañable Willy y su esposa (dos cielos agarraditos del brazo)
1. Papelito fotocopiado y cortado de forma irregular que reza:
“EL LIBRO: abierto, es el cerebro que habla; / cerrado, un amigo que espera; / olvidado, un alma que perdona; y destruido, un corazón que llora. (Proverbio hindú).
2. Papelito del mismo tipo que el anterior en el que está escrito:
“Dices que para vivir, / debo dejar de beber, y tengo que prescindir / de fumar y de joder. / Tu consejo es a mi ver / sabio, atinado y prudente. / Mas si tanto inconveniente / suelen tener las pasiones, / dime para qué cojones / quiere la salud la gente. José Antonio Gabriel y Galán a su médico.”
Y reímos juntos mientras su esposa repetía como un eco cada dicho que Willy me relataba. Les hice una foto porque me pareció tiernísima su imagen.
*el excelente poeta mexicano Miguel Aguilar Carrillo con Isabel Bernardo
Luego asistí a la segunda jornada del encuentro [ya mellado por mi infección urinaria] y escuché a Mª Antonia Ricas y me gustó, y escuché a Miguel Aguilar Carrillo y me fascinó, y escuché a Juan Antonio Bernier [que me dedicó su primer poema] y me afirmé en mi idea de que es un poeta de una vez; y escuché a Ángel Luis Luján y sentí enseguida que es una bellísima persona, y escuché a Mario Pérez y no encajé en su tono poético.
*Curro Bernier ante una sopa de melón con jamón
Comimos y me sentí muy molesto con mi infección, por lo que decidí volver rapidito a mi casa para ponerme la manta eléctrica encima y tumbarme a reposar para encontrar algo de sosiego en mi malestar.
Sentí un montón perderme la última sesión [pido disculpas por ello a María do Cebreiro Rábade, a Juan Cameron, a la buena de Isla, a Vicente Valero [que me dio la sensación de ser un tipo excelente] y a la peruana Sonia Luz Carrillo.
Podré desquitarme de esta falta el día 9 en Béjar, pues vendrán a leer sus poemas Sonia Luz, Juan Cameron y Miguel Aguilar.
Lo he pasado estupendo, de verdad, y creo que he hecho nuevos amigos.
*Isla Correyero cenando enfrente de mi punto de vista
• Libros recibidos durante el encuentro:
- “La conquista del agua” de Xavier Oquendo Troncoso
- “Así procede el pájaro” de Juan Antonio Bernier
- “Laberinto del cuerpo” de Miguel Aguilar Carrillo
- “Historias” de Miguel Aguilar Carrillo
- “Muchacha en la playa” de Miguel Aguilar Carrillo
- “Libro cero” de Fernando Díaz San Miguel
- “Habitación de olvidos” (antología)
- “Epitafio del fuego” (antología)
- “Poesía en Salamanca” (antología)
- “El huerto magnífico de todos” (antología)
- “Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España” (edición infantil)
- Un catálogo de literatura infantil del peruano Jesús Cabel
•••
5 de octubre de 2008
Va remitiendo la infección [ayer me metía a las nueve y media en la cama con una manta rodeando la cintura y me quedé dormidito viendo la goleada que el Barça le clavó al At. De Madrid], aunque arrastro un incómodo dolor de riñones que me molesta cuando permanezco un ratito de pie. Y hoy me levanté tarde y lo primero que hice fue correr a leer con hambre ‘Muchacha en la playa’, de Miguel Aguilar. Encendidos poemas y jocosos de lumbre para un tipo mayor como yo, exactamente iguales a mi percepción penúltima y antepenúltima de la mirada lúbrica, casi hermanos en expresión y auténticos gemelos univitelinos en sensaciones. Me encanta la poesía de Miguel, me arma y me desarma, me vuelve loco.
Copio aquí dos de esos poemas magníficos en su chorro sensible:
¿Por qué la carne, Señor, la turgencia, las células
ahítas a lo largo del camino, los secretos
lugares, la oscuridad latente
en ese centro, las pequeñas espinas
que alimentan la sangre? ¿Por qué los huesos, la albura
siempre oculta de los huesos?
¿Los órganos contrechos; esa arritmia, ese dolor
en el insomnio, ese perfume
lento, caminando hacia el espíritu
indeciso, el malestar de la lejanía? ¿Por qué si rubio, trigueño
o pelirrojo
el centro? ¿Por qué los muslos fiables, Señor, los muslos,
como agua, leche y mirra? ¿Las rodillas,
Señor, las comisuras entre muslo y pantorrilla?
Esa rayita, Señor, no tan rayita,
justo en el blanco, Señor, ¿por qué?
¿Por qué la oscuridad de los pezones y la línea
convexa de la espalda? Los ojos,
Señor, y las mejillas, las clavículas y el centro,
oscuridad cegada, tan hondo,
tan centro, tan profundo. ¿Por qué la noche inmensa,
el infinito, en ese centro?
•••
El Señor es misericordioso y atento con mis huesos.
Él los lleva a poblar las anchas avenidas
que van a dar al mar / que es el morir
donde crece la mirada.
El Señor es cariñoso con el cuerpo mío, con los ojos
y las manos y las piernas dirigidas a entablar
una conversación con la arena, con la brisa y con el sol
que solo pertenecen a la calma y el sosiego.
El Señor conduce las miradas donde esa frágil
muchacha asciende de las aguas vestida con Su sol
solamente con Su sol, vistiendo el aire con el cuerpo solo.
El Señor es atento con mis huesos. Él los lleva a adorar
no al becerro de oro de piedras recamado sino a esa niña
de cabellos mojados lejos de los mercaderes
paupérrimos que buscan el sustento diario.
¿Quién no confía en el Señor? Pues el Señor trajo hasta aquí
las arrugas, las canas, el exceso de grasa
para mirar a esa muchacha.
El Señor es pescador de hombres ateridos,
de cómplices de la rutina
y me conduce lejos de las inclinaciones de la sobrevivencia,
de los lujos y manjares que solo caben en la imaginación.
Loado sea el Señor que me conduce a contemplar
los redondos pechos y la negrura de ese centro
de la muchacha aquí, acomodando una toalla
sobre la arena como un altar y tomando el licor refrescante
de una piña y aguardiente.
Loado sea el Señor por tantas maravillas.
* © Miguel Aguilar Carrillo ['Muchacha en la playa']
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¿Por qué la palabra quiere tanto a Miguel Aguilar [“Con dulce oscuridad trota la muerte, / con esa simpatía, /… / viene jadeando la dulce muerte.”] y a mí me quiere tan poco?
Leí esta tarde ‘Historias’ y ‘Laberinto del cuerpo’ [“… La carne es un invento prodigioso.”], y me quedé hecho un guiñapo, me sentí chiquitito ante tal chaparrón de versos hermosísimos.
Tengo que dejar de leer también poesía, me dije, por lo menos poesía buena, que no me viene bien a la tensión de todo lo que en mí es tensión.
Pensé con uno de esos libros en la mano [libros de editoriales pequeñas o hasta quizás autoeditados, con maquetación mala y poca planta para poner en los anaqueles o mostrar en los escaparates de las librerías] que tenía un tesoro que pocos pueden disfrutar, y me calmé un poquito. Luego leí ‘Así procede el pájaro’, deal amigo Bernier, y recibí la puntilla exacta con ese “Luz de dentro, / mis ojos”.
Que no vuelvo a leer, he dicho.
…
Y recorrí mis cortinas, las que me pongo en los ojos por las noches, y decidí cerrarlas para sentirme sepultado como se sepultan los hombres en la carne precisa de las hembras. Penetré en mi prehistoria sentado en el borde de la silla [que juega a ser el túmulo mejor para mis huesos] y estiré mis tendones buscando el calor húmedo del soportal sin límites. Mi reino es de otro mundo.
Pasó entonces por mi muerte pequeña la preñada mujer que lleva pantalones ajustados de color crema, y la hice ruborizarse con mis ojos mientras pensaba en sus desmayos, e imaginé sus brazos desnudos mientras el pedicuro le limaba las uñas de sus pies de almohada.
Un instante me basta para hacer el amor en la cabeza, un instante magnífico en el que todo es místico y bermejo, en el que hay obsesión inabarcable y un tic-tac en el pulso acelerado.
Pasó luego la mujer de la camisa negra mostrando bajo su botonadura el blanco de nácar de su piel y un sostén deshilachado… ¿qué contendría ese cáliz blondado, qué raíces, qué género de piel, qué blando tacto…? La dejé transmutarse porque advirtió mis ojos y me gusta el asalto sin defensas.
Y de pronto vi al ángel con su pozo de líquenes, con sus dulces medusas ofreciéndose a mí, inmóvil, hincado en el aire de enfrente con sus rodillas pudorosas buscando mi rara trashumancia, mi ser junco y sal, mi sangre haciendo el grumo, mi lengua sin remedio. Su boca transportaba todo el hambre y quería cambiármelo por mi sed.
No accedí sino a ser su pantano o a sudarle su fiebre… y me olvidó.
Ahora soy el alfiler que prende al insecto entre las alas, el idiota tendido que mira sus dominios pensando con desastre que va a perderlos pronto.
Mi cuerpo son las sábanas que me acogen… y mi alivio es el yeso del techo que me cubre.
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