Corre por ahí un chascarrillo que me parece absolutamente adecuado para definir los conceptos actuales de ‘Poesía’ y ‘poema’, veamos:
Una profe de Lengua y Literatura de 3º de ESO, durante una de sus clases, pregunta a sus alumnos sobre el tema que ha impartido durante la semana. Después de preguntar a varios alumnos, se acerca a Currito, un chiquillo de raza gitana, y le inquiere:
- A ver, Curro, defíneme la Poesía.
- ¡Ay!, señorita, llegaron a mi casa por la noche dando voces –que nos despertaron a todos– y lo pusieron todo patas arriba... se quedaron con las bolsinas de los polvos blancos, le dieron unos meneos a mi papa y se llevaron a mi hermano Joselito con las manos atás por detrás, mientras le pegaban con las porras...
- No, Curro, eso no es la Poesía... ay... te voy a dar otra oportunidad y a ver si la aprovechas... ¿Qué es el poema, Curro?
- El poema, señorita, es a ver cómo sacamos a mi hermano Joselito de la cárcel.
Es la hostia, ¿no? Jamás me había topado con unas definiciones tan bien adaptadas, tan preclaras, tan nítidas, tan gráficas, tan en su sitio... es que así es la poesía de ahora, coño, una retorta de confusión y lumpen, de no saber y de hacerse el sabio, de no tener, en fin, ni puñetera idea de lo que va la cosa, pero contestar con absoluto ‘conocimiento de causa’. Antológico, ¿a que sí?
•••
¿Hasta dónde vamos a llegar, coño?... que el cura decía en alto sus kyrieseleisones mientras miraba al alcalde con cara de humillarle, que parecía como si tirase a dar.
Estoy harto de tanta gansada, de tanta fiesta sacra y de tanto negocio de falsos puros, de falsísimos castos y de tanta mascarita de buenas personas.
A la mierda.
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