Wednesday, June 3, 2009

Nada como besar en la mejilla a Susana Rivera.



En Horcajo Medianero, hasta donde nos llevó Antúnez para entregar unos planos por una carretera terrible, ya estaba mi cuerpo pidiendo manzanilla –el curveteo y el jodido aire acondicionado me dieron un directo al estómago–... pero no pasa nada, que con el primer sorbito de manzanillita empecé a entonarme y ya a la altura de Las Rozas Village estaba preparado para lo que cayese. Allí, en Las Rozas, repusimos calzado para el verano a unos precios extraordinarios [Pedrito se acabó comprando dos pares del mismo modelo] y también repusimos fuerzas en forma de cervezonas [éstas, carísimas, no te digo]... pero se estaba bien en el sitio y se nos pasó casi la hora del concierto de Paquito Ortega.
Llegamos apuraditos gracias al Tomtom de Ricardito, pero llegamos. Del parking donde dejamos el auto, hasta el Teatro Lara, atravesamos con los ojos abiertos como platos toda la zona de Montera... lumpen a gogó, prostitutas jovencísimas con aire decadente por todas las esquinas, más chinos que madrileños y un olor nauseabundo por todos lados –a veces la ciudad parece sus cloacas... pero las cloacas también son la ciudad–. Ya en el Lara, pude abrazar al enorme coleguita Santi Gómez Valverde [poeta grande y ganador de un OTI], besar a Mercedes –la compañera de Paco, que, por cierto, está guapísima– y a sus hijos, abrazar a Jess con abrazote de oso y saludar a un montón de amiguetes a los que hacía mucho tiempo que no veía.
El concierto de Paco salió chuli [a mí me gustó un montón], especialmente en los temas de Ángel González, que exudan sensibilidad allá por donde se miren... y apareció en escena mi chiquitillo Jesús Márquez, la mismita alegría de la huerta, desatado, fiestero, a más...
Terminado el asunto, justo al salir del teatro, me topé de frente con Susana Rivero [la viuda de Ángel González] y nos recordamos rápidamente, hasta el punto de que al primer golpe de voz me agradeció que le regalase en su visita a Béjar –debe hacer de eso ya unos cinco años– mi disco de Ben Harper, indicándome que es uno de los que más escucha. Susana estaba resplandeciente, guapísima, con esa sonrisa New Mex que ya conocía de anteriores encuentros... también estaba entusiasmada con el trabajo de Paco sobre la obra de Ángel.
Hablamos entre copas y cervecitas, durante la noche mágica, de cosas diversas, de recuerdos, de lo dura que se le había hecho la desaparición de Ángel y de cómo le ayudaba muchísimo el cariño de los amantes de la poesía de ese poeta único... y, sin más, nos hicimos unas fotitos y recordamos nuestros teléfonos y nuestros correos electrónicos para hacer el contacto más fluido otra vez... y quedamos para vernos en Béjar durante el Voces del Extremo, que va a consultarlo con Miguel Munárriz para acercarse hasta aquí a pasar unos días todos juntos entre poesía y música.
Ver de nuevo a Susana, abrazarla, mirar su sonrisa y escuchar sus palabras, hizo que el viaje tuviera la mejor razón de ser.
Y luego Urceloy y sus colegas locos de desatar, que se presentó el amigo con Claudio [un puntazo de tío que tiene en sus manos toda la información meteorológica que nos llega desde los medios] y otro de pelito blanco –coño, tío, perdona, que ahora no recuerdo tu nombre– que tiene una cosa Harpo que fascina. Bebimos, comimos, nos descojonamos de risa y, para remate, apareció Jesusón a ultimísima hora con un busto femenino que me regaló para ponerlo en mi estudio [ya le había comentado yo en su último viaje a Béjar que me fliparía tener un busto/maniquí]. Un campeón este Urce.
Y que nos volvimos a Béjar, a la que llegamos después de las seis de la madrugada con una bolinga más que interesante.
Pedrito Cubino estuvo genial en su papel de divo de provincias... Antúnez llevó su eterna sonrisa y me enseñó un montón de cosas sin darse cuenta [siempre me enseña este tipo] y Ricardito dio el tono a la perfección.
Un viaje rechulo.



Nos detuvo la GC a la salida de Ávila... a soplar... 0'0.


Desde el auto, la entrada a Madrid es parecida a esto para un hombre primario de provincias como yo.




Las prostitutas inundan la ciudad... es una sensación extraña verlas moverse.





Paco Ortega y Jesús Márquez durante el concierto [no puse flash para no molestar].




Ya nos había clavado con los cubatas en un local llamado "Larios". No vayáis, que es carísimo y son algo siesos.


Susana Rivero besa a Paco por petición mía.




La noche madrileña tienen un algo poético que me pone.



Urceloy con el Maniquí que me regaló... eran las tres de la madrugada.






Al volver para Béjar hubo un momento de silencio al pasar por el monumento de Atocha a las víctimas del 11 M.


La mejor fotografía de la noche, la más poética, la que mejor definía nuestro ánimo y mis ganas de metáforas... eran casi las cuatro de la madrugada y partíamos de regreso a Béjar. Llegamos después de las seis de la madrugada y bastante perjudicaditos... pero felices.

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