El bueno de Joselín me convenció a última hora de ayer para darme un masaje de espalda, ponerme unas corrientes y darme una sesión de rayos ultranosequé... yo iba un poco acojonadillo, pues me imaginaba al amigo con slip de leopardo y marcando paquete... pero no, fue muy profesional y aseguro que de la hora de masaje salí bastante calmado y con cierta sensación de mejoría. Luego me puso unos parches en la espalda que hacen que parezca que me he tatuado un diapasón... y que me metí dos pastillazos y pillé cama para dormir, por primera vez desde el lunes, toda la noche del tirón.
Levantarme de la cama por la mañana volvió a ser jodido, aunque un poquito menos, y ducharme fue algo más fácil [ya he podido frotarme con energía y con jabón todas mis partes sudorras]. Y salía la calle, pues no soy tipo de pasar las enfermedades en casa... siempre me tiro a la calle para sentirme mejor [y me siento mejor] y tuve dos pequeñas crisis... la primera fue que me quedé trabado como cinco minutos en el centro de la calle de Las Armas, por lo que paré el tráfico hasta que arranqué [la gente es amable y entendió la situación con sonrisas]... y luego tardé como diez minutos en abrir la imprenta a unos clientes que llamaban como energúmenos a la puerta [y es que no atinaba a levantarme de la silla para ir a abrir la puerta]... les expliqué lo que me sucedía y se calmaron... porque el primer momento fue de cabreo absoluto.
El resto del día lo llevo más o menos bien, destacando que estuve tomando un mostito con Concha y su amigo Ángel [un tipo del mundo del teatro que me ha caído estupendamente] y que despaché un buen rato con Paquito M., que el pobre anda abrasado con mil asuntos feos traídos siempre de las manos de esos bejaranos mamones que solo aprendieron a joder a los demás.
Ya tranquilo en mi estudio, sentado entre cojines, me dediqué a ver obra de pintores del siglo XX. disfruté con los desnudos femeninos de Patricia Watwood, con la chica desnuda mirando por una ventana de Edward Hopper, con la sorpresa de piel blanca de Warren B. Davis, con el neodadaísmo del Movimiento Zero, con las cosillas de Rauschenberg, con la abstracción de Kenneth Noland y el pop de Roy Lichtenstein, con el postmodernismo Basquiat y los enredos Haring, con el fauvismo de Diego López Granados, con el expresionismo de Heckel, Ensor, Nolde o Max Beckmann... y de la pintura a la poesía otra vez, otra vez, otra vez... y me quedé esta vez con un librito coordinado por Agustín Porras [“Cuatro gatos”] que contiene poemas de Ángel Guinda, Javier Salvago, Lorenzo Martín del Burgo y María Antonia Ortega... y pasé un buen rato, a pesar de que a la altura del poema “Nada importa nada”, de J. Salvago, me dio un mareíto y tuve que salir a respirar hondo hasta que se me pasó un poquitillo.
22:13 HORAS: El mareo fue a más y resultó ser fruto de la puñetera ingesta de Myolastan 50. Salí a que me diera el aire un poquitillo y en media horita volví a estar como nuevo. Este psicotrópico lo va a tomar su madre. Prefiero que me duela, coño.
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