Había encontrado un ejemplar de “Camino” y mi cabeza roló hacia esas islas necesarias en las que uno se bebe el océano entero. Olvidé el prosaísmo de los asuntos diarios y me puse a darle vueltas al librito... se me ocurrían muchas cosas, demasiadas... pero yo quería hacer en el libro una intervención absolutamente indecente, una de esas intervenciones que te dejan blandito de placer y sacan toda la mierda que llevas.
Después de valorar cada una de mis ocurrencias, caí en la cuenta de aquello de que “Dios está en todas partes”... me dije... también estará en las mías... y en las de los demás, coño... y enseguida se me vino a la cabeza lo que ya es título de este tuneo: “Comulga algo sólido”.
Y todo llegó rodado... “partes”... “comunión”... “intervención indecente”... ¿qué mejor imagen para aglutinarlo todo que una felación?... pues al curro.
Busqué cientos de felaciones en la red [el librito tiene 352 páginas], las traté todas como Adobe CS4, pasándolas a trama de grises y dándoles el contraste que me pedía el cuerpo y las imprimí sobre vinilo adhesivo transparente Avery, con el fin de que, al pegarlas en las páginas, se visualizase el texto original... recorté [que me ha quedado el dedito hecho una mandarina], pegué como un poseso en los espacios que me parecían adecuados y luego dibujé y escribí sobre los espacios libres [los dibujos los hice en tinta china y los sometí posteriormente a un proceso de aguada, que fue delicado, pues el papel traspasaba muchísimo]. El resultado final, a falta de los típicos retoques que siempre dejo para unos meses después, es absolutamente rompedor, con un puntito de tristeza sumada a una carga potentísima de sarcasmo e ironía.
Verlo medio terminado, tocarlo, pasar las hojas con velocidad o con pausa... me relaja hasta el justo punto del olvido... es una pasada, amigos.
Tan bien me he sentido, que inmediatamente, sin pararme a pensarlo un segundo, he iniciado otro tuneo sobre un libro de geografía descriptiva particular de los años treinta al que he puesto por título [es lo primero que pongo siempre, amiga Adu] “Trozos: tratado de geografía comparada” y en el que intentaré trabajar la orografía de un mapa físico terrestre con la orografía de sentimientos, razones, sinrazones, miserias y turbulencias del Hombre que pisa ese mapa físico [acompañarán a los dibujos diversos aforismos publicados en “No pasa nada si a mí no me pasa nada” [os dejo las primeras páginas tuneadas para que os hagáis una idea].
Y nada, que ya estoy otra vez a punto, preparado para sujetar el lunes con todas mis fuerzas.
Ah, Adu [contestando a tu comentario a mi última entrada], no me agobian los líos en los que me meto, que sí son muchos... me agobian los líos en los que me meten [historias sobrevenidas que yo no acometo desde mi voluntad de acción]... pues cuando me meto en algo por decisión propia y personal, sé medir las consecuencias y asumo los gastos físicos y psicológicos con método... lo malo es cuando entran otros con reglas de juego distintas y juegos distintos... ahí me siento absolutamente vulnerable y lo paso mal... conozco mis niveles de exigencia hacia mí mismo [no suelo exigir nada a los demás], pero llevo muy mal que se espere algo de mí sin que yo lo propicie y lo calcule antes... y es que me gusta cumplir siempre, pero algunas cosas terminan siendo imposibles.
En resumen, conozco mi ritmo y, si lo sigo, voy de puta madre... lo jodido llega cuando alguien intenta tirar de mí y me hace subir las pedaladas... entonces me quedo parado, agotado, muerto...
Ya lo hablamos con unas cañitas delante [si puedo, claro, jeje].
Ha sido un gran fin de semana.
Pues eso.
Por nochésima vez vuelvo malhedormido y como que se me lepran los ojos de puro caedizos... a la hora de la siesta pude caer... pero no, que me vine al cafésolo y andaba la camarera nueva tan llorando que medio me despertó [o entero]... y comencé a pensar bien [que es pensar mal, se entienda] y a malversar de nuevo en el idioma mío [nada tan vuestro a veces, ¿verdad?]... era solo presión [y nada menos] lo que tenía la chiquilla, esa cosa cabrona del sistema que lleva a desatarse por cosas que no tienen interés [ni lo admitirían jamás, porque son gilipolleces de hombres para hombres]... el caso es que el llanto precioso de la cría [no tendrá veinte años] no puede ser merecido por el valor residual del absurdo que lo trajo [es esta sociedad de esclavos engañados la que confunde todo y lo revuelca]... el caso, ya decía, es que la camarerita lloró desconsoladamente y se fue al baño y yo me desperté como desnudo por aquellos sollozos y me tomé el café como si de una Mirinda se tratara, pensando en que esa niña podría ser la mía, que también anda de esclava parietal en un franquiciado de juguetes en el que le dan de todo menos las gracias.
Yo no pude hacer nada... ya apenas puedo sostenerme sentado y contar a ciegas las cuatro monedillas pequeñas que bailan solitarias en los bolsillos... o fumarme un cigarro, que es oro rubio al precio que se ha puesto... bueno, pensar sí puedo... y pensé, pero los pensamientos venían con sus caries y ese sarro de oír y ver... y no sirvió de mucho lo pensado.
‘Soñar’, me dije. ‘Soñar’.
Y me arranqué la dulce postillita de aquellas bellas lágrimas que se me hicieron huéspedes y viajé hasta donde los dromedarios miran con una interrogación de agua... allí había una sed tumbada entre el ardor de las dunas ajustando su seda con la brisa.
Y me tumbé junto a la sed y le enseñé mi lengua, batida por la saliva nueva, y soplé levemente sobre ese abandono que sugiere al mirarla.
Abrió los ojos, me miró con mirada de corcho [la sed tiene estas cosas, ya se sabe] y me dijo sin más: ‘quiero ser carne’
Yo sonreí y propicié en mi sueño una transformación única: la sed, tumbada, como muerta, comenzó a tomar latido y piel, tersura y esqueleto... y después de una náusea empezó a cobijar los reductos recónditos de un cuerpo femenino, unos muslos pilares, un pecho terso y grande, un vientre de almohada cómoda y mullida, un cuello de gacela de Grant y una mirada grande, hermosa, inquisitiva.
Me agradeció ese porte en su calidad nonata y acarició mis vértebras con sus manosmasaje hasta que de un bostezo me la comí enterita... un pequeño reflujo en mi ser digestivo y una sed insaciable y como estrábica se me vino a la boca.
Y abandoné mi sueño... la chiquilla de negro se secaba sus lágrimas y pedí urgentemente una Coke con hielo que me bebí de un trago.
Ahora sigue la sed... persiste dura... y la piel de mis manos se comienza a agrietar y voy poniéndome árido, y jadeo, y quiero desnudarme y ser del agua...
La sed me tiene atado. Ya no llora la niña.
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