Jo, que se me llena el disco duro del coco y empiezo a necesitar resetear un poquitillo.
Paso por la Plaza Mayor y aquello parece una plaza de Nácar Colunga, como las bíblias de antaño, mezclado con cierta cosinina de exaltación del espíritu nacional catolico... banderas de España en todos los balcones unidas a trapitos con el hostiero sagrado impreso a cuatricromía, cestitas de flores colgadas de todos los lugares que permiten colgajos y pancartonas enormes allá por donde mires en las que pone “DÍA DE CARIDAD”... cualquiera diría que nos gobierna un equipo de pretendida izquierda moderada que se muestra partidario en voz baja de la separación Iglesia/Estado... ya digo... el disco duro petao, sobre todo porque no hay güevos para recuperar lo que antaño fue el Corpus, una procesión profana en la que se exponían los gremios sociales por las calles en una suerte de carnaval divertidísimo... a más de ser la expresión primaria del cambio de ciclo estacional con su consecuente de acabar en tiempo de cosechas [aquí la Iglesia Católica no tenía que ver nada de nada... hasta que le vieron el negocio a la cosa, claro]... y luego la noticia de que un cura no ha querido dar la comunión a una cría con síndrome de Down porque, según él, la muchachina “ya es un ángel de Dios y no necesita comunión, pues no es una pecadora”... y que a unos cabrones les han puesto una multa de 600 euros por atar a un familiar anciano con alzheimer a una columna [me acuerdo de mi Magdalenita guapa y me cisco en todos los muertos de esos tipos sin escrúpulos]... y, el no va más, que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid obliga al Gobierno Español a subvencionar a la sevillana Hermandad de la Virgen de la Macarena con 1,1 millones de euros [no me parece tan virgen la periquita con este precio... o lo mismo sí]... y el remate es que se me casan You y Sandrita este verano y me van a hacer suegro putativo y, quién sabe, hasta lo mismo yayo postizo [póngase esta noticia en el apartado de fresh del disco duro... que me hace mucha ilusión]...
Ahora ya sí que tendré todos los boletos para convertirme definitivamente en el viejo F, el suegro F. o el yayo F. [abuelo F. para puristas]. Mi chico You va a unir su vida a la de una chica estupenda, brillante, guapísima, buena sobre todas las cosas [tiene suerte mi negro, coño]... el jodío está más serio que una mona en octubre, se pone interesante y habla como imbuido por una condición nueva en la que la responsabilidad le borra un poquito la sonrisa.
Yo les deseo lo mejor a mis chicos, quiero que sean felices y que me llenen de nietecillos sorpresa [a ver cómo nos salen, je, je]. Por si acaso, yo ya he pedido que me pongan en el horario de paseos diarios de la prole una horita diaria después del curro, que me encantan los críos y voy a fardar como un abuelete de los buenos, y les voy a dar todos los caprichos y a comprarles los gusanitos y los globos en el kiosko del parque.
Hablaba de la Iglesia, ¿no?... pues eso, que son unos jetas que se dedican al jodido negocio de la caridad mientras muerden con veneno a la mano que les da de comer, que piden esa cruz en los impuestos y nos regalan esa otra cruz de soportarlos, que se han apropiado de todas las fiestas [las hicieron coincidir con cada una de las fiestas paganas y les pusieron su tonsura... desde Trento hasta hoy, esto es un holding de la hostia, y nunca mejor dicho].
Resetado ya mi cocorote, solo me queda pedirles a los munícipes pesoeros, colegas todos, que se piensen estas mamarrachadas y estos maridajes sacros y que empiecen a actuar en consecuencia ideológica con ellos.
Y que nadie se equivoque, ojo, que nunca he dicho que la Iglesia Católica se a el enemigo, pero sí digo que debe estar donde le corresponde, fuera de lo político y fuera de lo social... en el interior de cada uno de los hombres que la sientan como verdad... y no en el mercado con golosos letreros de neón.
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El caso es que si hace cuatro días imperaba la línea clara como forma aceptada de expresión en poesía, llegan ellos, tan popitos y tan mondongos, y se ponen a hacer diccionarismo con gestos engolados e hinchaditos, mientras dicen a voces que todo lo anterior es pura escoria... si es al revés, y hay un estro de corte novísimo generalizado, pues les da por hacerse los peores bukowskis y se ponen tremendos, mientras tildan de mariquitas de playa a esos plateritos del ornamento poético... y todo sin saber [porque ‘saber’ consiste en conocer, buscar razones, tener pautas de tiempo y de estado, valorar los impulsos y las cuitas...].
En todo caso, después de destruir lo ya cantado [lo cantado con clase y con poderes, que de ambos los hay en todo el abanico de buenos poetas diversos], tiran por el camino del extremo más opuesto, y lo hacen sin las bases necesarias, sin conocer las pautas que los hombres precisan del poeta según corran los tiempos y las armas... y se enredan en el diccionarismo más peculiar [surtido de cititas de poetas extranjeros –en el idioma original, por supuesto–... antes eran ingleses o norteamericanos... ahora son yugoslavos, bielorrusos o turcos... y palabras difíciles sacadas de los DRAE de los estantes de la casa de un amigacho –ellos no suelen tener de eso–] o en el más arrastrado y zafio corral de nuestro idioma [idioma/idiota]...
Y se olvidan del hombre al que se deben, no saben de la impotencia a que te lleva el luchar desde la poesía contra la injusticia, no entienden que hay que cantar desde cualquier opción viable a todo lo que al HOMBRE le interesa para seguir librando cada batalla colectiva.
Los diccionaristas y los zafios solo quieren honores, mojar en algún premio, epatar con furor [a veces uterino], ser la desdentada máscara de sí mismo... y no les interesa la poesía ni el humanismo... porque no son poetas ni son hombres [en el sentido íntegro]... son solo eso, diccionaristas y zafios... y siempre simples, simples, simples.
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