Me descojono de mi incapacidad ahora que la noto presente, oye, que quiero pillar el vaso de la mesa y no me llega el brazo [porque el jodido brazo tira de cintura], que no puedo calzarme si no es haciendo magia con los pies, que me resulta imposible subirme los gayumbos y los pantalones, que ducharme es como un espectáculo de danza moderna [yo en pelotas –muy moderno– y haciendo el robocop –muy de danza–], que intentar pillar un libro que esté en un anaquel por encima de mis hombros es tarea titánica... y a ratos me imagino lo que sería follar en estas condiciones [debe ser placentero para el contrario del combate cuando me da el latigazo y hago un movimiento espasmódico... lástima no probarlo, coño]... y que me sigue dando la risa junto al dolor... y que cuando me calma la cosa, me siento más vivo que nunca, más consciente de todas mis potencias y sus usos, oye, que me quiero como más.
Y se me va la olla allí donde aún hay hombres que en vez de carne y huesos [son palabras del maestro Oliverio] tienen letras, acentos, consonantes, vocales...
Y me quedo como recién cubierto, y soy el hueso blanco en este caldo de sudor, mientras pienso en una espiral de Alberto puesta a secar al sol... o en un árbol de luz que cuando lo acaricio me susurra: ‘más abajo... más abajo’... o en la ortiga puesta en la piel... o en el puro milagro de tu pelo tronzándome los ojos... o en poder agacharme y acariciar la tierra como si fuera tu vientre...
Vivir... unos años, unos meses, unos días... ¿para qué preguntarme cuánto y cómo?... si estoy vivo porque tengo este dolor cabrón para recordármelo cada segundo del día... ‘estás vivo, viejo... ¿a que jode?’... y yo me hago el sordete porque me gusta estar vivo aunque me joda, no ser la piedra eterna, pero sí un rocío de días pendientes en los que ser la gracia dentro de cada hueco...
Vivir para que me ciegue un cuerpo y se desoxiden todos mis engranajes o para dejarme llevar por una inercia de olor suave... ¡vivir!... ¡qué palabra!...
Y, sí, sé hacer comidas y hacer camas, Sinda; aunque con esta tortícolis de cintura he quedado exento... pero plancho mal, porque me jode mucho la plancha; y tiendo mal, porque no me gusta tender; y no sé hacer ñampas caseritas, como arreglar un enchufe o ponerle un perno a una puerta, porque las he odiado siempre... también sé barrer y fregar [aunque ahora le voy a pillar manía a esas tareas, pues son las que me tienen exento y casi griego de pura estatua]... y corto las uñas de los pies que ni te imaginas [pregunta en mi casa, que siempre tengo cola]... no ves, tontita, que en casa tenemos los horarios cambiados y llevamos ya muchos años con reparto de roles... o haces las cosas o los críos no comen y no duermen bien... oye, y también se me da de puta madre lo de taxista [lo hago a diario varias veces] y también ir de compras con mis hijos, porque soy rápido, no me apuro en los gastos y siempre les doy casi toda la razón en sus gustos.
Ahora bien... me encantaría no hacer ninguna de esas cosas, ni la comida, ni las camas, ni cortar las uñas, ni las compras... y lo que menos, pues lo de taxista diario gratuito.
En fin, que me voy a largar a pillar cama, que ahora me molesta la pierna izquierda hasta sentado... y eso a pesar de que ya me he tomado tres pastillazos...
Ah, y que no tengo vértigos... eso me faltaba, coño... solo siento el vértigo de levantarme de la silla, la cama o el sofá... pero es un vértigo más bien literario... la verdad es que me paso el día sonriendo y poniendo a la vez caritas raras, esas caras de concentración que se ponen cuando buscas el punto de no dolor en un giro o en un paso.
QUINTO DÍA... ME ACOSTUMBRO A ESTAR DOBLAÍNO.
Me cago en la puta noche que he pasado, que estaba en la camina como de cuerpo presente, más rígido que una pieza de corrugado y con un dolor constante y focalizado que se multiplicaba geométricamente con la falta de luz... ha sido la noche más larga de mi puta vida, coño... con la amanecida me levanté como pude [como una hora he tardado en salir de la cama] y me quedé desnudo y paralizado frente a la ducha [no podía dar el paso preciso para entrar bajo el agua y empecé a ciscarme en todo lo que se me ocurría... y en voz alta]... y pasé el trago mientras me autoconvencía de que debía pasar por urgencias. Desayuné haciendo unos tiki-takas de cintura y me bajé al hospital medio haciéndole un homenaje al desaparecido Michael Jackson [oye, igualito]... y que me atendieron rápido y me mandaron al segundo piso a hacerme unas placas. Subí como pude y la amable enfermera de rayos me dijo que me desvistiese... y yo le contesté que de esos cojones nada, que me había llevado una horita ponerme la ropa... y me dejó quedarme con la ropina medioi subida... luego me dijo que me tumbase... je, je... se dice así de fácil... el caso es que acabé tumbado y me hicieron las placas y se las bajé al médico de urgencias.
Al verlas, lo primero que me dijo es que tengo un principio de artrosis en cuatro vértebras a las que les ha crecido lo que él llamó un ‘pico de loro’... hostia, tú, que se veía con claridad meriadiana lo del pico de los cojones... y luego me detectó una contractura de caballo [a mí me hubiera gustado que fuera de oso, pero en fin] a base de darme golpecitos con ese sonsonete del ¿duele?... ¿duele?... ¿duele?... pues claro que duele, coño... y me calzó un banderillazo en el culete que no me hizo daño a la primera, pero que luego me dejó la nalga izquierda como dispersa, que la pobre no sabía si le jodía más el dolor natural o el banderillazo artificial... y me recetó Myolastan 50, que me ha dicho que me va a dejar grogui cuando lo tome, y Zaldiar 325, que me ha dicho que seguro que me mareo cuando lo ingeste... así que creo que no me tomaré nada y que me den por saco.
La verdad es que lo que más me ha jodido es ese anuncio de artrosis... esa es una de las razones por las que no me gusta nada ir al médico... siempre te sacan más cosas de las crees que tienes, y eso jode, a mí por lo menos.
Y ahora estoy sentadino en mi estudio, como esperando a que pase algo, quietín y medio mamarrón... no me jodas... artritis... casi prefería dismenorrea... pero en fin...
Y luego me llamó el amiguete Javier Seco para colaborar con SBQ, y Angelita para cerrar asuntos del encuentro de escritores, y el tipo del seguro del coche para que le soltase la gallina, y el amiguito Fabio para ofrecerme –como siempre– todo su afecto, y unos cuantos escritores que no se enteran de lo que vale un peine, y el amigacho hermoso Elías Moro lamentándose de que no pueda venir para esta tirada Ángel Petisme, y Andresillo Vaquero para una historia de prácticas imprenteras, y Paquito M. para una movida nueva... y me cansé de estar sentado y no había forma humana de levantarme de la puñetera silla.
Dejo aquí un detalle de mi desnudo integral de hoy con indicación de mi artritis con formita de "pico de loro"... qué mayor voy, coño:
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