Carlitos se sienta sobre su vieja caja de percusión, me mira a los ojos y se arranca… “señoras y señores, amigo de España, esa tierra de músicas hermosas que nos llevan volando hasta el cielo que les une al pueblo del Perú… voy a deleitarles con las mejores canciones de esta tierra y de otras tierras como esta… las mejores canciones que pudieran poner en sus vidas… disculpen mi guitarreo, pero soy percusionista grande y aprendía a tocar la guitarra con la izquierda porque los gringos dan más plata al rasgueo que los tuntunes…”… y que se arrancó con hermosísimos boleros, con antiguas canciones peruanas, con baladas de amor y con sones cubanos… era una mezclita real entre J. Lee Hooker y el Compay Segundo, y cantaba como los ángeles viejitos, que son los que mejor cantan… me lo gané con un billete de veinte soles y me cantó enterito su repertorio mientras comía mirando al mar de Paracas… luego me contó que su mujercita era también cantante de calle, pero que ya estaba demasiado viejita para rondar a turistas que apenas hacen caso y que no escuchan… me agradeció mi atención y me quedé extasiado pensando en que un tipo como él, con su voz y con su magnífico sentido de la música, tuviera que andar mendigando monedas entre los gringos.
No os podéis imaginar cómo me acordé de Juanito mientras estaba gozando de la trova... le hubiera encantado este pasaje del viaje.
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