Terminamos cenando juntos en casa de Eduardo y Anita, y en compañía de Ricardo… y nos despedimos tempranito para que yo pudiese dormir un poquito y hacer mi viaje de vuelta con el cuerpo menos tenso.
La verdad es que no sé qué decir de Sonia Luz, pues me quedaría corto y se me olvidarían demasiadas cosas… quizás sí debo apuntar que me dedicó un día entero que debiera haber sido de trabajo para ella, y que lo hizo encantada de recibirme y de mostrarme con pasión su ciudad y la gente que la habita. Nunca fui tan bien recibido, amiga Sonia Luz, y por ello estoy profundamente agradecido.
Durante el viaje de vuelta, en el avión de Air Comet, vine leyendo su poemario con afán de mantener el recuerdo vivo de mi amiga y de unirlo a la impronta que me dejasen sus versos… y acerté al hacerlo, pues mi estancia junto a ella se dimensionó en sus versos… tiene un capítulo que, bajo el título de “Lo que es el olvido”, presenta versos que me han llegado muy hondo… “Imagen intocada / pura / esencial ausencia / sin formas / concretada / y por lo mismo / no desgastada por el tiempo / ventaja / la de hallarte / bastando cerrar los ojos…” … “Como sabiendo / te acercas / a dejarte atrapar por mis sueños / sin esfuerzos / vienes a posarte entre mis párpados / una voz quieta / eres / y me agito” … “En verdad / no se busca / un rostro / un nombre // … // La frescura se busca/ la inocencia / olvidada…” … y luego me encanta de su cierre, bajo el título “Lo que es”, ese “mi fe no reclama milagros”.
Sí, amiga, tu Lucho perulero te leyó con esas ganas que son hambre de saber sobre las personas a quien quiere.
Te dejo unos versos que escribí en mi cuaderno durante el viaje de vuelta a España, unos versos que me llegaron netos del hermoso paseo por La Alameda:
Que las manos sostengan
o cubran
o acaricien
o, sin más, pidan
y que sean solo manos
para atarse a otras manos
cuando todo germine:
es el viaje, amiga,
solo el viaje
:::
El rostro de la estatua
en La Alameda
espera que yo vuelva
alguna tarde
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