Aisha cuenta ya con una completa colección de recursos gestuales con los que engatusar al más pintado. |
Voy a peor, coño, pues el catarro de este año es más un extenso catálogo de síntomas cabrones que esa tosiquería anual aceptada. Hoy me ha tocado afonía y lumbalgia... una maravilla... y todo sin conciliar el sueño con tranquilidad desde hace unos cuantos días.
Así que me miro al espejo y me doy risa... ojeras, ojos llorosos, aletas de la nariz enrojecidas por el empecinamiento moquero, morrillos medio hinchados y doblez por el justo centro de gravedad. Lo que más gracia me hace es la expresión que se utiliza en la zona para estos casos de enfermedad leve extendida por media población, que se le llama “andancio”, y de la que siempre creí que era un localismo, hasta que me la encontré de frente en el diccionario de la RAE y empecé a notar, al lado de mi apocamiento lingüístico, esa sensación global del que no se entera.
A media mañana me acerqué renqueando hasta mi estudio y acometí las tareas comunes de mis empezares matinales: mirar el correo y contestar lo que precisase contestación... había dejado pendientes dos comentarios anónimos a este blog para tomar una decisión... no tenían aquél, pero decidí seguir en mi voluntad de no publicar nada anónimo en mi espacio y los eliminé [quien desee escribirme, lo repito por enésima vez, que lo haga dando la cara]... luego leí un ratito “El caminante y su sombra”, de Nietzsche, en una edición argentina que compré durante mi viaje a Perú, con la interrupción de tres salidas al baño [dos moqueras y una de uso clásico] y contestar a un par de llamadas telefónicas... y a eso de la una llegaron a visitarme Sandra y You con mi reinita mora Aisha, que ya hace pedorretas con la boca y gesticula de maravilla poniendo una hermosa carita de asombro.
Y a comer... todo un desastre... jajajajajaja... que se me ocurrió ponerme a hacer unos rollitos de patata rellenos que le había visto cocinar ayer a Arguiñano por la tele y todo me salió de pena... el puré poco ligado [con lo que no hacía bien la labor de masa necesaria para el plato]... los materiales mal escogidos [los platos para rebozo y empanado los pillé pequeños y no me entraban las piezas, que se desbarataban a la menor, así que hube de buscar nueva loza, con el consiguiente acumule de materiales para fregar]... y el aceite quemado a la segunda entrega, con lo que tuve que cambiarle y gastar el doble de lo previsto. El resultado en boca no fue malo, que estaba el asunto para chuparse los dedos... pero la vista del conjunto era de puro desastre [a esto hay que sumarle que me cabreé con todo el mundo en casa –porque no me salía el asunto y se descojonaban– y que me liberé diciendo los mayores tacos conocidos a viva voz].
Café, cigarrito y hasta ahora.
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