Saturday, January 1, 2011

Juro que los langostinos agreden hasta remuertos.

Foto de hoy en el Palacio Ducal.

Me tocó hacer parte de la cena de Nochevieja y me he dejado las manos pelando langostinos [me escuecen los papillos de los dedos como si tuvieran vida propia]. Mi parte consistió en cocinar unas gambas al ajillo con cayena y un coctel de mariscos con salsa rosa para once personas, en el que confieso que se me fue la mano con la salsa rosa [aunque se lo comieron todo... menos mi Gui, que es un tipo inteligente]... y de ahí mi noche de Valpurgis [no sé si la de los demás] llena de vueltas en la cama, pesadillas, despertares con sobresalto y un vómito final que me tiene con la boca reseca y el cuerpo fláccido [debo reconocer que también me puse fino a ensalada de frutas, mousse de limón, uvas -jodidas uvas-, turrón y bebedizos varios]. El resumen es que comienzo el año con un concierto estomacal ciertamente interesante, con las manos de purito ecce homo y con el cuerpo como apaleadito y con una tisana reciente y calentita intentando arreglar lo que no tiene arreglo con tisanas.
A las nueve ya andaba entre de pie y pujando, así que me tiré a la calle nada más que pillé algo de equilibrio y me fui a gozar de un ratito de niebla espesa que entraba lentamente en la ciudad desde el Sur. Parece que me calmó algo el paseo y me encerré en mi estudio para volver a dibujar [que le estoy haciendo un cuadro al noviete de mi hija para cambiárselo por una alfombrilla de ratón ‘friki’ y japonesa que le han regalado unos nipones por Navidad].
Cuando me cansé del dibujete, le eché un ratillo a la lectura de Ángel González [que me pareció buena idea volver al maestro para comenzar el año con algún dedo del pie bueno]... y que me dieron ganitas de meterme en el lío de hacer algún poema, y que estoy en ello con buenas vibraciones [ya mostraré lo que haga si consigo rematar].

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