No entender es, posiblemente, una de las mayores causas del cabreo del hombre que tiene la capacidad de razonar y la utiliza, sobre todo si lo que ‘no entiende’ pertenece al campo de las reacciones humanas contra toda lógica, que son infinitas... aunque es peor, mucho peor, no querer entender cuando lo que resulta incomprensible te afecta en cada una de las acciones de tu vida.
Me fascinó esta mañana escuchar una entrevista que le hicieron por Radio 1, de Radio Nacional, a Manuel Marín, fundamentalmente por la naturalidad expresiva de ese hombre tranquilo de la política española [ya dado de lado por la fiereza absurda del sistema] y por la forma de explicar que un hombre no es nada más que un hombre entre los hombres que tiene como máxima meta tomar decisiones sobre su entorno y sobre sí mismo [después de analizar todo lo que le rodea, claro]. Hacía Manuel Marín una serie lógica de enunciados [muy a grandes rasgos, que es como se empiezan a comprender las cosas] en la que determinaba que la política, la economía y la marcha de los sistemas humanos dependen exactamente de cada uno de los hombres que los sufren o los gozan, y que es una responsabilidad individual y colectiva tomar conciencia de ello y llevar a la práctica cada una de las decisiones personales de intervención en el mundo del hombre para propiciar los cambios precisos en cada momento... por ello es muy cabreante que un hombre no entienda cómo funcionan los sistemas de los hombres... y mucho más cabreante que no haga el trabajo de intentar entender para sumar argumentos a cada uno de los cambios necesarios.
Visto el naufragio, que lo es, y bien grande, debemos, en primer lugar, hacernos individualmente responsables de él en lo que nos toca, que es muchísimo... y desde ese punto de partida ir analizando de menos a más, de menor a mayor, desde el círculo cercano hasta los círculos concéntricos o excéntricos mayores, para concretar qué se hace mal y cómo hay que atacarlo... decía el tipo con verdadera lucidez que “estamos pagando unos platos rotos que no son nuestros, aunque se han comprado con nuestro dinero”, que “somos responsables de lo que nos sucede, por dejación y por tramitar mal nuestras decisiones y la voz social que nos corresponde, y que también tenemos las claves individuales y colectivas para salir de esto”, que tenemos unos políticos absolutamente mediocres e incapaces de tomar posturas de consenso para poner a las sociedades en los caminos correctos, y que eso es culpa nuestra, de nuestra poca exigencia para que se arbitren proyectos sólidos y de largo plazo, fomentando con nuestra actitud políticas cortoplacistas que a la larga son absolutamente destructivas... se asombraba de que la décima potencia mundial [España] aún no tenga cerrados los necesarios pactos de energías, de educación o de empleo justo porque sus políticos son incapaces de llegar siquiera a abrir conversaciones serias al respecto, sabiendo a ciencia cierta –situación que es más dolosa– que el correcto futuro de todos depende de esos consensos imprescindibles.
Mi resumen particular de la entrevista podría quedar en que los políticos mediocres –los imperantes– se dedican, fundamentalmente, a sacar de su entorno a las mentes más lúcidas para apartarlas y, así, poder hacer con tranquilidad sus políticas nefastas –esas que aumentan la diferencia entre unos hombres y otros– con el fin de asegurarse futuros personales, poder precario y condiciones concretas de manipulación de la ciudadanía.
Quiero animar desde aquí, a cada uno de los lectores de estas palabras, a cabrearse por no entender, pero a no dejar de intentarlo cada día con el fin último de conseguir centrar el camino de todos y hacer espabilar a los conductores para que sean tan brillantes como se merece el hombre lanzado hacia el futuro.
El camino será durísimo y estará lleno de trampas, pero hay que intentarlo sin desfallecer.
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