Guille y yo salimos tempranito de casa, bien abrigadotes y cargados con nuestras cámaras y los objetivos largos. El coche marcaba en el momento de la salida cuatro grados bajo cero, pero no hacía el viento de ayer, con lo que todo era resultaba más llevadero. Nuestro itinerario pasó por la pesquera negra [desde la que ascendimos por el río de roca en roca, con alguna dificultad, hasta las cascadas... las imágenes de hielo eran hermosísimas, sobre todo en las paredes de roca, de las que caían unos chuzos largos e impresionantes], la Dehesa de Candelario, que por altura convocaba más hielo, y el Pantano de Béjar. Acabamos agotados de pisar maleza y de hacer equilibrio en los enormes cantos rodados del Cuerpo de Hombre, así que volvimos a Candelario con las orejas frías y rojas como pimientos morrones, y nos tomamos un Cola-Cao caliente con bollo en “El Ruedo”, y nos supo a gloria.
De camino a casa, Guille iba revisando en la pantalla de su cámara las imágenes que había tomado y me decía entusiasmado: “Paporro, como haya este año otra vez concurso de fotos sobre el río, creo que me lo llevo de calle... qué fotos chulas he hecho”.
Y volvimos al calor de la casa para descansar y comer como dos glotones.
Guille con su Nikon haciendo equilibrios por el río. |
Guillermo rompiendo una placa de hielo al borde de la carretera. |
Acabamos la excursión fotográfica en el pantano de Béjar y pillé a Guillermo tomando una foto al pico del Peladillo. |
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