Thursday, January 24, 2008

Tengo los ojos verdes... [2]


Desde unos ojos verdes terminas mirando como si estuvieras deslumbrado aunque no haya exceso de luz, y, de eso, los fulanos que venden bebidas frías detrás de una barra encerada sacarán conclusiones y se las contarán a sus clientes, a las zorritas de mediodía y a los pellejos reunidos por la tarde junto al chocolate con tarta, a los borrachos taciturnos que acompañan al cierre y a los representantes de cerveza o de servilletas de papel…
“No finge el tipo –dirá–, es tan auténtico y extraño que me encanta tenerlo como cliente… es una rareza por aquí”.
¿Y toda esa gente? –me pregunto a veces mientras me miran como si vieran al diablo.
¡Bah!, lo demás es facilidad… escribir, pensar, hacer… todo facilidad. Lo realmente difícil es conseguir la mirada correcta, el gesto de los ojos cuando los diriges como un coito hacia otros ojos… eso sí que es difícil de conseguir, un buen gesto de ojos en el que se expresen odio, rencor, cuchillos… que te respeten solo con mirarlos… es un juego al que hay que jugar más que a la bolsa, coño; un juego en el que, ganando, puedes conseguir que te den todo, que te permitan todo mientras te abren paso… Aunque no deja de ser una estupidez.
También es fundamental no sentirse inferior ante nadie [yo solo me sentí inferior ante Ángel González, pero ya ha muerto]… así verán en ti siempre lo mejor, envidiarán a la fulana que te tocó un día con sus manos pequeñas y guardarán tus papeles firmados [pura mierda para limpiarse el culo] como auténticos tesoros para enmarcar y poner en el lugar más destacado de sus casas mediocres.
Nadie es más que nadie ni más que yo, pero todo el mundo juega a ser menos a lo largo de su vida, a mentirse con infinitas mentiras pequeñas hasta que se retira de ellos el valor y ya no pueden ser menos.

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