Tuesday, January 22, 2008

Descubriendo a nuevos poetas mexicanos.


Gracias a Antonio Orihuela estoy descubriendo con asombra la pujante poesía nueva mexicana, que hoy me está cargando las pilitas gracias a nombres que hasta hoy eran para mí desconocidos y que dejo anotados bajo el epígrafe de un buen día de lectura [Karen A. Villeda, de Tlaxcala; Lorena Saucedo, de Ciudad de México; Omar Pimienta, de Tijuana; Carla Faesler; Rocío Cerón, de Ciudad de México y Cosme Álvarez, de Ahome]. Es fantástico que Antonio haya sabido aprovechar su reciente visita a México para apiñar todas estas voces [y las que me irán llegando] y animarme –no hizo falta que insistiera el colega– a publicar una antología capaz de dejar señales de esta nueva mirada poética que pestañea con brío en Latinoamérica.
Agradecido, como siempre, con mi Antoñito… y absorto de esa gente de verso bueno que estoy descubriendo a base de correos electrónicos de mi colega.
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Es trágico ver cómo la gente se muere frente a su pantalla plana o mirando cómo la comida se calienta en el microondas o de camino al curro iterativo y aburridísimo… y luego saber a ciencia cierta que no han hecho más que eso: mirar sin ver, comer deprisa y currar como cabrones para otros estómagos tan iguales y tan desperdiciados como los suyos. Tipos que, como mucho, han tenido su momento de gloria en el cigarrito a escondidas [siempre a la hora de tirar la basura] o en imaginar su sexo dentro de la boca de la vecina de enfrente. Y cada zorolo termina siendo un palimpsesto, un cuerpo ya escrito sobre el que cada día se reescribe el mismo jodido texto hasta que todo se vuelve nebuloso y no queda piel para sentir el fresquito de la tarde o la caricia anónima de quien se roza contigo en el bar o en la cola del pan.
Hay que tener cuidado, Felipe, no vayas a caer en esa facilidad/fragilidad, no vayas a terminar siendo el peor de los palimpsestos posibles… que cada día tu piel reciba un texto nuevo hasta que se deshaga.

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