Friday, January 4, 2008

De la seducción.



La seducción tiene el marchamo de lo femenino porque pertenece al ámbito intrínseco de la mujer. Mientras que el hombre desea para conseguir respuestas físicas, la mujer desea para seducir y obtener respuestas psíquicas traducidas con alta frecuencia en un poder mental sobre el objeto de la seducción.
Así, mientras que el hombre traduce sus deseos en camino hacia una realidad física, la mujer lo hace en camino hacia un estado de posesión anímica.
Cavilé mucho sobre esto gracias a ese prurito de escritor que quiere pensar como una mujer para ponerse a escribir sobre el papel desde ese rol de género. Enredé demasiado sobre la palabra ‘deseo’ sin obtener resultados, hasta que caí en la cuenta de que debía trabajar sobre la expresión ‘fin (finalidad) del deseo’. Así llegué a concretar que mi deseo desde el rol masculino siempre busca final en una realidad física, sea cual sea, mientras que desde el rol femenino siempre se trabaja el deseo en busca de una situación de dominanción mental, dejando las circunstancias físicas como tales: ‘circunstancias’ que sirven para el fin de la seducción, y nunca como fin en sí mismas.
Comprendiendo esto, entendí un poquito mejor cómo armar un personaje femenino y cómo hablar desde su voluntad y desde su enmarañada mente.
Así, el objeto poético ‘mujer’ es poetizado por el hombre desde la proposición de conquista para el gozo, desmenuzando lo físico tanto en situaciones como en la representación real de los órganos de los sentidos y sus anejos…

MADRIGAL EN AREQUIPA

Quien la haya visto moverse
como yo la he visto,
sabe cómo es la luz
cuando araña la noche.

Quien la escuchase hablar,
sabrá entender
cómo crece el carmín
en las mejillas
y la sangre pretensa
los mástiles del cuerpo.

Quien la viese mirar,
notará con certeza
cómo hay algo
que se clava con saña,
dulcemente,
en el centro de todo.

Quien sepa de su saliva
como yo la presiento,
entrará en la locura,
transitará por ella
y estallará algún día
de una soledad húmeda,
divina,
impenetrable.

© Luis Felipe Comendador


El objeto poético ‘masculino’ desde la mirada femenina funciona perfectamente desde el ‘dar para poseer y dominar’. Así, lo físico se traduce en puro lirismo metafórico si el objeto poético ya es poseído o, en su caso, en erotismo patente y crudo si el objeto poetizado está en trance de ser poseído [ejemplos preclaros pueden encontrarse en numerosos poemas de, sin ir demasiado lejos, Eva Vaz, Elena Medel, María Antonia Ortega, Ana Rossetti…]

DIOTIMA A SU MUY APLICADO DISCÍPULO

“El placer es el mejor de los cumplidos."
Coco Chanel


El más encantador instante de la tarde
tras el anaranjado visillo primorosa.
Y en la mesita el té
y un ramillete, desmayadas rosas,
y en la otomana de rayada seda,
extendida la falda, asomando mi pie
provocativo, aguardo a que tú avecines
a mi cuello, descendiendo la mirada
por el oscuro embudo de mi escote,
ahuecado a propósito. Sonrójome
y tus dedos inician meditadas cautelas
por mi falda; demoran en los profundos túneles
del plisado y recorren las rizadas estrellas
del guipur. Apresúrate, ven, recibe estos pétalos
de rosas, pétalos como muslos
de impolutas vestales, velados. Que mi boca
rebose en sus sedosos trozos, tersos y densos
cual labios asomados a mis dientes
exigiendo el mordisco. Amordázate,
el jadeo de tu alto puñal, y sea tu beso
heraldo de las flores. Apresúrate,
desanuda las cintas, comprueba la pendiente
durísima del prieto seno, míralo, tócalo
y en sus tiesos pináculos derrama tu saliva
mientras siento, en mis piernas, tu amenaza.

© Ana Rossetti

De FUMADORAS

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