Tuesday, January 15, 2008

Una fotografía con mi hija y Ángel González.



A la hora de la comida se acercó hasta mí mi hija Mariángeles para darme un besote y entregarme una de las fotos que tiene pegadas en la pared de su habitación. Me emocioné, pues la imagen es una obra del amigo Luis Rodríguez en la que estamos juntos y abrazados Ángel González, mi hija y yo.
Recuerdo perfectamente que la fotografía la tomó Luis en La Alquitara bejarana un ratito antes de que Ángel comezara su lectura emocionada y emocionante [yo tengo mi mano pintada de tinta china, pues acababa de realizar un dibujito en un ejemplar de ‘Travelling’ con el fin de regalárselo a ese pedazo de poeta.
Recuerdo de aquel día que comimos en La Venta del Bufón junto a un numeroso grupo de amigos entre los que estaban Fernando Rodríguez de la Flor, José Luis Morante, Javier Sánchez Paso, Antonio Gutiérrez Turrión, Francisco Jiménez y Luis Rodríguez. Ángel, agotado de la noche anterior –bebimos como cosacos– se disculpó para echarse una siestecita en su hotel –el Hotel Colón– y Fernando R. De la Flor y yo perpetramos la edición del ya editado libro de Aníbal Núñez que lleva por título “Cartapacios”.
A las siete de la tarde –la hora Hemingway para Ángel– pasamos a recogerle por el hotel y estuve a punto de cargarme al maestro arrancando mi coche cuando estaba intentando subirse a él.
Fue un día maravilloso e inolvidable en compañía del maestro, que lo remató con una lectura brillante en la que no faltó mi hijo Felipe haciendo una de las suyas, ya que mientras Ángel recitaba uno de sus poemas, Felipe, que estaba sentado en el suelo, justo frente a la mesa del poeta, se levantó y arrastró consigo el micrófono con un ruido ensordecedor que nos dejó a todos aturdidos.
Hoy estoy muy emocionado de tener esa imagen en mis manos, de meterla por mis ojos como queriendo recuperar al maestro para abrazarle de nuevo entre sonrisas y junto a mi hija.
Ángel ya es el bello silencio de las fotografías y una poética que no dejará de latir jamás, por los siglos de los siglos.
Gracias, hija.

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