Friday, January 11, 2008

El tipo del periódico.


A la singularidad nunca se puede llegar desde la efectación ni desde el culto a lo artificial, sí desde el pensar y el hacer de forma espontánea. Por ello es necio quien se presta a distinguirse de los demás de forma calculada y epatando como un estúpido [corto parece a veces el espacio que separa al ser verdaderamente singular del incorregible estúpido, pero la distancia entre uno y otro es infinita].
Singularizarse, por tanto, no es ir armado de la necesidad de mostrarse brillantemente y rebuscadamente novedoso, sino vibrar en la misma cuerda del mundo, interpretarlo para uno mismo, interiorizarlo y formarse una opinión [que puede ser distinta –muy pocas veces– o igual a las ya conocidas, pero una opinión propia y elaborada].
Así visto el asunto, la singularidad consiste sencillamente en ir dotando a tu intelecto de un material que está flotando fuera de él y que hasta el momento de procesarlo no lo tenía como propio.
Por tanto, singularizarse no consiste en darse a la extravagancia, a la pose ampulosa o a la voz sobresaliente y artificial… no consiste tampoco en poner enfrente al otro para arbitrar diferencias y tomarlas [eso nos acerca al ridículo de la competencia], lo que llevaría a la ‘apariencia’ y a la extravagancia, cuando lo que se supone fruto de la singularidad es la ‘espontaneidad’.
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El tipo del periódico espera la muerte en el bar y aburre a los que entramos a él para buscar un ratito de relax con sus tercas historias de juventud. Es un anciano solitario y a mí me produce una mezcla de lástima y ternura, lo que me lleva a escuchar sin demasiado interés las historias sobre los coches que tuvo, sus viajes a Norteamérica, las increíbles victorias de sus hijos (‘los mejores del mundo, amigo, los mejores…’)… cuando voy a tomar mi café en solitario, como hoy, debo entrar a hurtadillas, esconderme entre las mesas y buscar la columna que deja un ángulo c¡ego en la mirada del anciano solitario… y rezar para que nadie en el local pronuncie mi nombre a viva voz [lo que sucede con harta frecuencia].
El tipo del periódico no es mala gente, pero para mí supone una compañía agobiante.
Y es que el que quiere soledad y lucha por encontrarla, como él falsamente dice de sí mismo, debiera pensar con justeza en que los demás también deseamos espacio vacío frente a los ojos, que probablemente no queramos compartir la escoria de otra vida porque en la nuestra no hemos sido capaces de encontrar aún un solo gramo de mena.
Podría decir ahora que odio al pobre hombre del periódico porque me roba mi momento feliz diario con su mirada de ‘hazme caso, que te necesito’, podría decir que le asesinaría con la cuchara del café… pero no lo digo porque sé en muy poco tiempo yo seré un tipo igual que él, perdido en un ambiente que no me corresponde y sobrado de un tiempo que no sabré utilizar.


De FUMADORAS

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