Monday, January 21, 2008

No sé hacia dónde voy.


Vivir esta extraña repetición de horas y de cosas, de sucesos y de pequeños fracasos, a veces se me hace duro y tedioso. Hoy tengo un día entre anodino y amargo mientras Mª Ángeles acaba de notar los primeros indicios de sus cincuenta zancadas por la vida. Todo llega inexorable y acabamos coincidiendo como en una salida de embudo, apretados y empujados hacia fuera como con una prisa que no queremos ni necesitamos, una prisa de otros.
El día en Béjar es absolutamente luminoso y me duelen los ojos de mirarlo como me duele que mis hijos no hayan aprendido aún a entender que hay que aprovechar el tiempo con inteligencia [quizás aún son demasiado jóvenes para eso y yo pido imposibles]. Y me lleno la cabeza de tareas pendientes, de proyectos nuevos desde los que olvidar el paso que voy dando: collages impulsivos, poemas visuales, aforismos cabrones, algún poema triste, fotografías extrañas, autorretratos rápidos haciendo el gilipollas… todo para olvidar y para dejar señales urgentes de lo que pienso y quiero.
No sé hacia dónde voy.
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Si alguien me explicase cuántos muertos son necesarios para que se sacien los poderosos, me pondría a buscarlos entre los tipos que no son nada y que parecen la polla en verso… y les haría una lista [a los jodidos poderosos] de todos esos malditos simuladores para que se cebasen con ellos como cerdos… y que del empacho vomitasen como los mareados de los coches mientras yo permanecería sentado pensando en que no se ha perdido nada y sonriendo como una hiena vieja y sin dientes.
Entonces lo mismo me entrarían ganas de seguir adelante con todo y contra todos… y que se precipitase la muerte y le dieran bien por el culo a los babosos de la docilidad.
¿Haciendo amigos, eh?
Que no los necesito, coño, como no he necesitado nunca a Cervantes, ni pedirle auxilio a J.L. García Martín para obtener una reseña hervida con orines.
Y es que no tengo demasiado que perder ya y no me apetece ser esclavo de alguna sonrisa fácil o de un coño abierto y rojo [tampoco podría ya].
Qué verdadero fue el tiempo en el que señor Mateo se ciscaba en el portal de la casa y no podíamos pasar por allí sin taparnos las narices… y el olor llegaba denso hasta la ropa… eso era de verdad.
Y escribir poesía es tanta mierda o más, aunque no peor que leerla si ha sido escrita por alguna perica disecada a la que le ponen el laurel del Nacional o por esos cuatro bujarrones ávidos de jovencitos con ínfulas que solo saben del yomimeconmigo y de apretar el culo mientras piensan en sus futuros gloriosos como hombres de letras… de letrinas, diría yo.
Y mis colegas rechulos… pues algunos en la banca jodiendo a los pobres… y otros largando peroratas a cambio de monedas estatales… y otros de putas finas en los periódicos de moda… y otros haciendo canales y puertos para que suban las acciones de la cabra vieja del gran capital… y otros ya muertos por estricnina o cicuta o un escape de gases o por un choque frontal en la carretera comarcal que trae a Béjar [ellos son los más felices y fueron lo mejor porque desaparecieron a tiempo].
Y los de la sonrisa denticlor y siempre, que se metan por el culo los cargos públicos y los honores entre espadas, y el coche de quinientos cilindros y el chalet en la playa y que se queden secos follándose a sus putas caras en camitas con dosel y empolladura…
Ya tenía yo ganas de soltarme un poquito, coño, ya…


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