Sunday, May 24, 2009
Poesía y Filosofía: construir lugares.
Nombro mis pies y nombro mis zapatos... enuncio, por tanto, su realidad... entonces los relaciono entre sí y les encuentro ese aquél lógico que me tranquiliza porque me otorga la estúpida razón de estar en el mundo como hombre. Entonces, intento subir en la categoría representativa y deshago el contexto de cada una de las cosas nombradas, buscándoles inutilidad física, pero indagando en cierta utilidad significativa que solo me sirva en el plano de lo irreal –si al pensamiento imaginativo se le puede calificar de tal forma–... de ese proceso que obliga a un trabajo de comprensión por encima de lo tangible se llega a la idea filosófica y al planteamiento poético.
El pie que ya es “no pie” y el zapato que ya es “no zapato” pueden converger filosófica o poéticamente en conceptos nuevos con los que interpretar el mundo, sirviendo como artilugios explicativos de realidades no percibidas en un proceso más simple. Es como si de los objetos físicos “pie” y “zapato” nos quedáramos tan solo con la sombra que proyectan, con la luz que reciben y reflejan, con el vacío de aire que producen al ocupar su espacio... y retirásemos su dimensión real, dejando solo la sombra, el reflejo o el vacío... perdiendo, por tanto, la utilidad real y dejando la sombra proyectada, la luz reflejada o el vacío producido como elementos sobre los que transitar intelectualmente.
¿Acaso no existe la falta de lo que fue y, por tanto, la próxima falta de lo que es, y la falta de lo que va a ser...?
Aquí me detengo y le voy a dar protagonismo al lenguaje, cuya función más superior consiste en crear mundos y nombrarlos... una herramienta de ‘posibilidad’ con el valor poliédrico que supone la hermosa dama llamada ‘polisemia’.
Aquí es donde empiezan a tomar caminos distintos la Filosofía y la Poesía.
Mientras que la filosofía busca interpretación por el lenguaje intentando exactitud [difícil lo tiene, coño, pues si algo tiene el lenguaje es que es profundamente imperfecto y antes de dar nitidez, desenfoca], la Poesía se deja llevar por lo difuminado de la palabra para dejar alumbradas nuevas dimensiones, nuevos conceptos que tomen forma en una experiencia estética que no tendría posibilidad tangible en la medida lógica de lo real... la Poesía sugiere sin pararse a definir, mientras que la Filosofía intenta definir y teme profundamente a la simple sugerencia, buscando siempre lo ‘acabado’ e intentando darle finitud [definición] a lo que jamás podrá tenerla.
Ambas materias buscan mena en las enormes minas de lo real, ambas comienzan trabajando con los mismos cedazos... la Filosofía busca certezas como diamantes y quiere calibrarlos, medirlos, dejarlos perfectamente pulidos... la Poesía recoge montoncitos de material y supone que en cada uno de ellos hay un tesoro, y juega con esa posibilidad sin intentar desnudarla.
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