9 de mayo de 2009
FEROCIDADES
Andaba Isla Correyero por esos días con el encargo de Sergio Gaspar de hacer una antología de poesía radical, algo que rompiese moldes y anunciase pujanza de una nueva forma de hacer.
A la chica de “Coño azul” no se le ocurrió otra cosa mejor que convocar a los poetas seleccionados en un adusto convento de Ávila [en el que, como ya puede imaginarse, introdujimos todo tipo de consumibles alucinógenos].
Las reuniones eran absolutamente tediosas, pues a Isla no se le ocurrió otra cosa que intentar poner orden administrativo donde solo existía un caos divino. Intentó test con todos nosotros, concursillos para buscar el título de la antología, lecturas de poemas en grupo que le ayudaran a ponerse al día de aquella radicalidad que apenas conocía, y escuchaba sentada en un sillón igualito al de la peli Enmanuel [solo faltaba el desnudo].
Los poetas íbamos a nuestra bola: absolutamente impresentables, pues nos presentábamos a las sesiones con altas dosis de alcohol en sangre [o lo que fuera], lo que terminó con un desvanecimiento de Isla por incapacidad de sujetar aquella situación.
Las reuniones de pequeños grupos en las habitaciones eran de traca, auténticas fiestas llenas de carcajadas, mandarinas y ocurrencias terribles, pues la idea de Isla era no dejarnos salir de allí, como si estuviéramos concentrados para algo importantísimo.
El caso es que, después del desmayo de Isla, escapamos del convento y nos tiramos a la noche abulense [por decir algo, jeje, pues Ávila es más casta que una mujer muerta]. Recalamos en un local con un nombre emblemático al caso: “Carpe Diem”, donde bebimos hasta el ‘Asturias, patria querida’... y se nos acabó el papel de fumar... así que empezamos a preguntar entre los clientes del local si nos podían dejar papel, consiguiendo un Kleenex que nos dio una chica y la indicación del camarero de que había en el baño [higiénico, claro] y que todo el personal que llenaba esa sala eran alumnos y profesores de la Academia de Policía de Ávila... salimos como pudimos del lío policial y acabamos tirados por las calles. De amanecida, volvimos al convento para desayunar gratis, y juro por lo más sagrado que todos los que compartíamos mesa vimos pasear por los jardines exteriores al fantasma de un monje con hábito blanco y capucha.
Yo no fui seleccionado para entrar en “Feroces”... Uberto Stabile tampoco.... pero ésa es otra historia.
* [En la foto: David González, Manolo Moya –también conocido por Violeta C. Rangel–, Juan Carlos Reche y yo].
Yo creo que Pepe García Pérez ya se había jubilado cuando coincidimos en un curso de verano de El Escorial. Coincidimos en un descanso entre ponencias y nos fumamos un cigarrito de comienzo de amistad que me supo a gloria... después de aquello pasamos muchas horas juntos, charlando en las terrazas de los bares escurialos o en las hermosas noches mágicas del Cafetín Croché... y de aquellas charlas supe de su poesía con enraizada fiebre andaluza, de su calidad de exdiputado de UCD y de su aventura en el parlamento durante las duras jornadas de 23F [las pasó putas el campeón], de su trabajo como director del suplemento “Papel Literario” del Diario de Málaga y de una inteligencia sobresaliente llena de guiños.
Lo pasamos de puta madre e hicimos piña con otros 15 poetas asistentes al curso, hasta el punto de conformar durante una noche bruja y alcohólica una nueva tradición poética a la que denominamos la Nueva Sementalidad, nombrando una Venus Pandémica y Celeste y escribiendo un manifiesto inclasificable mientras cantábamos a voces aquella canción salmantina que dice: “Ya no hay toros en Ledesma, ni tampoco en Villarino, ni tampoco en Fermoselle, porque se ha muerto Faustino...”.
Logramos un círculo de amistad hermoso que dura hasta el día de hoy... y nos trajimos fotos de las braguitas de las chicas, fotos que hacíamos por debajo de las mesas de la cafetería del Felipe II sin que se enteraran... no sé por dónde andarán ahora esas fotos, aunque sí recuerdo parte de un poema que escribía al caso durante aquellos días... “yo vi tus bragas blancas / levemente asomando, / fue en la cafetería del Felipe II / durante unas jornadas de poesía. / Turbado te confieso / que apartar la mirada / de tu centro intuyéndose / resultó ardua tarea...”. El poema lo recogí en la antología “Vuelta a la nada”, dentro del apartado “Palabras para Cintia”.
De esa amistad con Pepe García Pérez comenzó un tiempo de colaboraciones con crítica literaria en el Diario de Málaga, en el que aparecí durante varios años años como redactor en créditos de su suplemento cultural.
*[Juan de Cartajima es el apodo con el que Pepe García Pérez firma sus artículos de prensa].
EL SEÑOR DE FUENTEHERIDOS
Aquel verano nos invitó Manolo Moya a pasar un fin de semana en su casa de Fuenteheridos... recuerdo que acudimos a la invitación del colega todos los que aparecemos en la foto [Abraham Gragera, Antonio G. Turrión, Marino González, José Luis Morante, Uberto Stabile y yo] y nos divertimos de purito abstracto andaluz del interior. Charlamos de todo lo humano y lo divino, comimos y bebimos a placer, recitamos poemas en rondo para un borracho y un tabernero durante las mejores horas de la noche y, sobre todo, dormimos todos juntos en el salón de Manolo, tirados por el suelo y descojonaditos de risa... aunque lo mejor de aquel viaje fue el apretón que obligó a Antonio a utilizar el baño de la casa justo después de haberle contado un cuento al hijo pequeño de Moyita. El niño se quedó con ganas de más cuentos y el baño solo tenía por cierre una cuerdecita de 50 centímetros que dejaba la puerta a media abrir. Todos charlábamos animadamente en el salón [que está justo mirando a la puerta del baño] y el moyita chico empujaba la puerta, la abría y le decía a Antonio [que estaba el hombre apretando con el culillo al aire] “Antoño, cuénteme otro cuento...”... descojonante e imborrable aquella imagen que se repitió por lo menos cinco veces... e irrepetible el encuentro.
UN RUBITO Y UN CERDITO
Siempre consideré a Juan Carlos Valera un genio de la edición y un maestro incomparable de todo lo estético.
En esta foto andábamos de líos literarios en el Círculo de Bellas Artes matritense, pero a Juan Carlos lo conocí en Vitoria, durante unos encuentros literarios en los que también coincidí con Elisa Serna, José Luis Morante, Antonio Gómez y Antonio Gala.
Yo viajé a Vitoria con Juanito y nos alojaron en un albergue de la ciudad. Llegamos los primeros y nos asignaron a un largo pabellón lleno de literas en el que, de momento, solo estábamos los dos. Salimos a cenar por el centro antiguo de Vitoria y volvimos tarde a dormir al albergue. Ya allí, escojimos dos literas del fondo del pabellón dormitorio y pillamos sendas camas bajas seguidas para dormir. Hicimos nuestras abluciones y nos encamamos, bien cansaditos del largo viaje. A eso de las tres o las cuatro de la madrugada se encendieron todas las luces del pabellón dormitorio y nos despertamos asustados... se oyeron unos pasos fuertes y seguros avanzando hacia nosotros y una voz masculina, aunque algo afectada, comenzó a gritar... “¡Hacerme esto a mí, a Juan Carlos Valera, el mejor editor de Cuenca y de España... hacerme esto a mí... meterme como un paria en un albergue miserableeeee...!”... a esa altura de la historia, Juanito y yo estábamos atemorizados entre las sábanas mirando hacia la sombra que se venía hacia nosotros y con los ojos abiertos como platos. De pronto, Juan Carlos nos vio como aterrados, mirándole, soltó su maletita en el suelo y gritó: “¡Gracias, Dios mío.... Un cerdito y un rubitooooo!”.
La amistad fue instantánea y el gozo de tenerla siempre presente crece cada día.
Juan Carlos presentó en aquel encuentro un mandil decorado por Joan Brossa, y lo hizo desnudo paseando un por el escenario un hueso montado sobre un patín.
En los últimos años está muy ligado a Fernando Arrabal, con el que viaja por el mundo presentando su revista/maleta “Menú”. Mis últimas noticias es que andaba por New York codeándose con las más altas esferas del arte.
Un beso lujurioso desde aquí para mi Juan Carlos Valera... te quiero, tío, y te echo mucho de menos.
Siempre consideré a Juan Carlos Valera un genio de la edición y un maestro incomparable de todo lo estético.
En esta foto andábamos de líos literarios en el Círculo de Bellas Artes matritense, pero a Juan Carlos lo conocí en Vitoria, durante unos encuentros literarios en los que también coincidí con Elisa Serna, José Luis Morante, Antonio Gómez y Antonio Gala.
Yo viajé a Vitoria con Juanito y nos alojaron en un albergue de la ciudad. Llegamos los primeros y nos asignaron a un largo pabellón lleno de literas en el que, de momento, solo estábamos los dos. Salimos a cenar por el centro antiguo de Vitoria y volvimos tarde a dormir al albergue. Ya allí, escojimos dos literas del fondo del pabellón dormitorio y pillamos sendas camas bajas seguidas para dormir. Hicimos nuestras abluciones y nos encamamos, bien cansaditos del largo viaje. A eso de las tres o las cuatro de la madrugada se encendieron todas las luces del pabellón dormitorio y nos despertamos asustados... se oyeron unos pasos fuertes y seguros avanzando hacia nosotros y una voz masculina, aunque algo afectada, comenzó a gritar... “¡Hacerme esto a mí, a Juan Carlos Valera, el mejor editor de Cuenca y de España... hacerme esto a mí... meterme como un paria en un albergue miserableeeee...!”... a esa altura de la historia, Juanito y yo estábamos atemorizados entre las sábanas mirando hacia la sombra que se venía hacia nosotros y con los ojos abiertos como platos. De pronto, Juan Carlos nos vio como aterrados, mirándole, soltó su maletita en el suelo y gritó: “¡Gracias, Dios mío.... Un cerdito y un rubitooooo!”.
La amistad fue instantánea y el gozo de tenerla siempre presente crece cada día.
Juan Carlos presentó en aquel encuentro un mandil decorado por Joan Brossa, y lo hizo desnudo paseando un por el escenario un hueso montado sobre un patín.
En los últimos años está muy ligado a Fernando Arrabal, con el que viaja por el mundo presentando su revista/maleta “Menú”. Mis últimas noticias es que andaba por New York codeándose con las más altas esferas del arte.
Un beso lujurioso desde aquí para mi Juan Carlos Valera... te quiero, tío, y te echo mucho de menos.
BENDITO TÚ ERES ENTRE TODAS LAS MUJERES
Fue descojonante cómo la periquita que cubría un evento literario para Telemadrid no consiguió que ninguna de las personas que estábamos a su lado le hiciéramos declaraciones... jajajaja... recuerdo cómo cada vez que arrancaban a grabar, Ada Salas y su amiga extremeña se arrancaban a contarse confidencias y yo me ponía a hacer cucamonas mirando a cámara... la locutora se desesperaba, pero tenía un puntito de respeto a aquella mesa en la que un montón de tipos del mundo de la poesía [entre los que estaban Antonio Carvajal, Ramón Irigoyen o Pepe Hierro] no le hacían ni puto caso... y solo yo miraba a cámara haciendo tonterías con mi cigarrito.
Al final, la cosa se le arregló de aquella manera a la mona rubita, porque pasaron a su lado dos exmises españolas y le dieron cancha.... ¡hablando de poesía contemporánea!... la rehostia.
Desde aquel día guardo un recuerdo indeleble de mi Adita Salas, un verdadero amor poético lleno de sensibilidad y palabras sobresalientes... y también desde aquel día supe que el temible crítico de poetas alclónicos del norte, José Luis García Martín, era un memo con poder, con mucho poder, pero un auténtico memo. Eso también es otra historia.
Fue descojonante cómo la periquita que cubría un evento literario para Telemadrid no consiguió que ninguna de las personas que estábamos a su lado le hiciéramos declaraciones... jajajaja... recuerdo cómo cada vez que arrancaban a grabar, Ada Salas y su amiga extremeña se arrancaban a contarse confidencias y yo me ponía a hacer cucamonas mirando a cámara... la locutora se desesperaba, pero tenía un puntito de respeto a aquella mesa en la que un montón de tipos del mundo de la poesía [entre los que estaban Antonio Carvajal, Ramón Irigoyen o Pepe Hierro] no le hacían ni puto caso... y solo yo miraba a cámara haciendo tonterías con mi cigarrito.
Al final, la cosa se le arregló de aquella manera a la mona rubita, porque pasaron a su lado dos exmises españolas y le dieron cancha.... ¡hablando de poesía contemporánea!... la rehostia.
Desde aquel día guardo un recuerdo indeleble de mi Adita Salas, un verdadero amor poético lleno de sensibilidad y palabras sobresalientes... y también desde aquel día supe que el temible crítico de poetas alclónicos del norte, José Luis García Martín, era un memo con poder, con mucho poder, pero un auténtico memo. Eso también es otra historia.
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