Saturday, February 16, 2008

Agradecería un masajito ahora...



Aún con las palabras frescas de José Antonio Sáinz metiditas en las cuencas de los ojos, sus consideraciones sobre la poesía latinoamericana [esas cosas del ‘serme’ y tal], su afirmado gusto por JG de Biedma, su postura ante los peces depredadores de todo en su invasión de ecosistemas [creo era la jodida perca del Nilo –Lates niloticus–, que nos la querían colocar por mero en el restaurante subterráneo donde comimos], sus constantes ironías a lo ‘siempre incendiado y siempre fiel’, a las infraestructuras montañeras de tartera con tortilla de patata, a las fiestas patronales a las cuatro con bocata urgente, a lo de ‘hacerse un triste’ calle abajo, a la ‘poesía violenta’ con sus consiguientes ‘no sé… no sé’, y a la sonrisa siempre puesta en su cara como una corbatita hermosa con cierto fondo delirante… me encantó el colega, y mira que fue solo un ratito, y me llegó cierto olor a valor poético importante en su figura de tono cándido y soltero [me da que debe ser un excelente compañero de marcha nocturna entre jocosa e intelectual].
Vamos, que me lo pasé en grande con el tipo y que me agrada un montón su compañía y su forma de expresar cada sentimiento que le llega.
Decía que aún con las palabras frescas de José Antonio, acometo este sábado que ha empezado gris, con trabajos imprevistos que hacer a deshora, con las cuentas a cero, sin tabaco que fumar y con la sombra de la última erección dando la hora entre los muslos [ya no soy capaz de darle sombra a mi ombligo].
Después de los inoportunos curritos, me leo algunos capítulos de “Islandia, 2004”, del colega Ezequías Blanco, y me lo estoy pasando bien con las confidencias del Gran Hermano de George Orwell retirado del servicio en 1994 y su…
“‘Ésa cae esta noche. Está que lo vierte. La tengo en el bote…’. ‘¿Quieres condones?’ ‘Déjame dos’. ‘¿Te tomaste la Viagra?’ ‘A que te doy una hostia’.”.
Bien por Ezequías, que se ha dejado llevar por esa forma de combatir el miedo que se llama humor, un humor para untar y relamerse en cualquier barra de Getafe con tapitas ricas.
Y de pronto me dio un ‘queo’ en la riñonada [ayer me tocó trasegar un montón de resmas de papel desde la calle Colón gracias a que un simpático había dejado mal aparcado su coche frente a la imprenta y el camión de transporte no podía llegar hasta el lugar… toda la cuesta cabrona de Colón cargando con papel pesadísimo, resollando, parándome a respirar…] y ahora parezco un cartabón, aunque me da la risa cuando quiero estirarme y el dolor latiguero me lleva de nuevo a la posición de inicio… un vejete de mierda, eso es lo que soy, fumador compulsivo y con cara de haberlo visto todo sin haber visto nada.
En fin, que agradecería ahora un masajito relajante de cualquier mano amiga.

•••

FRAGMENTOS CÁUSTICOS PARA J. A. SÁINZ

En el lecho de la amada de Oscar Wilde se oye al pájaro de notas susurrantes llamando al amor encendido y todo para un poema nefasto que se escribe ‘Under the balcony’… y Richard Aldington mira a la torpe Venus desenfrenadamente sobre la pileta de la cocina en su ‘Evening’ –algo mejor, no me cabe duda–… Y Hank puede orar todo el día y Dios no vendrá… pero si llama al 911, el Diablo se presentará en un minuto –dónde va a parar, coño–… o el No hay salida. Los grandes capullos andan sueltos jodiéndolo todo a su alrededor. Cuida tu culo. La ‘Democracy’ de Harold Pinter –ya vamos, ya–… pero prefiero a Silvia Plath con su No quiero una caja sencilla, quiero un sarcófago de atigradas listas y un rostro pintado, redondo como la luna, que mire, quiero estar mirándolo cuando lleguen, escogiendo entre minerales mudos, raíces. Ya los veo: los pálidos, astralmente distantes rostros. Ahora no son nada, no son siquiera criaturas. Los imagino huérfanos, como los primeros dioses, de padre y madre, se preguntarán si tuve importancia. ¡Debí haber preservado mis días, como frutos, en azúcar! Mi espejo se empaña: unos pocos hálitos, y no reflejará ya nada. Las flores y los rostros blancos como sábanas. No confío en el espíritu. Huye como vapor en mis sueños, por la boca o los ojos. No puedo impedírselo. Un día se irá para no volver. Así no son las cosas. Permanecen, sus luces idóneas se calientan en mis manos frecuentes. Ronronean casi. Cuando se enfrían las suelas de mis pies, los ojos azules, mi turquesa, me darán solaz. Déjame mis cacharros de cobre, déjame los cacharros de afeites, que florezcan en torno a mí como flores nocturnas, silentes. Me envolverán en vendas, almacenarán mi corazón bajo mis pies, bien envuelto. Me conoceré a mí misma. Seré noche y el relucir de tantas cosas será más dulce que el rostro de Istar. –la rehostia–…
¿Poesía violenta?… Pues sí, porque el hombre es violento. Y se puede jugar a lo explícito [yo ya lo hice] o se puede bucear en cierta estética de lo violento a partir de palabras no violentas [que no violenten]… Me encantan esos pasajes de Isidore Ducasse sobre la belleza: ‘bello como el temblor de las manos en el alcoholismo… bello como la retractibilidad de las garras de las aves de rapiña… bello como la poca seguridad de los movimientos musculares en las llagas de las partes blandas de la región cervical posterior… bello como el encuentro fortuito sobre una mesa de disección, de una maquina de coser y un paraguas…’. Un mago el tipo cuando imposta su voz en la de Maldoror.
Todo lo que encuentra palabras violentas para ser descrito se hace mucho más potente y cobra más valor porque turba y perturba.
Así, me gusta, por ejemplo, Ana Rossetti, cuando tira de martirologio para escrutar el sexo carnal… o Buk cuando hace esas plétoras perversas de su sociedad de perros solitarios… o Pinter con su execración de casi todo lo que creemos bueno… yo diría más bien que esa poesía violenta es más una poesía del aborrecimiento, una necesaria poesía del aborrecimiento.





No comments:

Post a Comment