Tuesday, February 19, 2008

Horaciana.


Cuando la voluntad de acabar algo se patentiza, no se debe luchar por lo contrario. Hay que saber terminar y vencer así a la voluntad humana de posesión, esa voluntad que termina haciéndonos infelices por empecinamiento. Y junto a lo que finaliza siempre asoma la lumbre de lo que nacerá.
Y es que me estoy haciendo ya más horaciano [mi venita Propercio murió hace mil años y el tono Catulo anda medio expirando]…

“Después de tantos días, oh, Venus, otra vez soplas el fuego de tus duras porfías; no más, por Dios, no más por Dios, te ruego, que no soy cual solía, cuando la hermosa Cínara servía. No trates más en vano –¡oh de amor dulce cruda engendradora!– rendirme, que estoy cano y duro para amar; vete en buena hora, revuelve allá tu llama sobre la gente moza, que te llama. Si un corazón procuras, cual debes, abrasar, y si emplearte debidamente curas, con Máximo podrás aposentarte; has allí tu manida, que de nadie serás tan bien servida… // … A mí ya no me agrada ni mozo ni mujer, ni aquel ligero esperar, que pagada me es la voluntad, ni menos quiero coronarme de rosa, ni la embriagada mesa me es gustosa…”*

*[‘Oda 1… Intermisa, Venus, diu’, de Horacio, traducida por Fray Luis de León].

Yo, a pesar de mi edad, seguiré aún escribiendo poemas líricos mientras corro el peligro de que al bueno de Morante no le ‘pille’ pellizco mi nuevo ritmo… seguiré perpetrando proyectos jovencitos con su fecha de cierre… seguiré provocando lo que pueda aunque no tenga dientes afilados que produzcan temor en otros ojos… seguiré en mis palabras amancebadas, en mis signos cabrones, en mis pellizcos bárbaros, en mis taras con cítara y desnudo, en mi vómito verde, en mis brindis con sangre, en mi ímpetu ciego y visceral… todo para el consuelo de un final predecible y plebeyo, ruin como yo mismo; sin muslos ya, torneados, con los que abrazarme el vientre, sin cabellos limpísmos con los que ponerle cortina a mis ojos, sin el velo de una piel que juegue al roce suave con la mía.

Los verdes años miran
con ojos verdes muertos
y no todo fue daño,
no todo ardió en suspiros.

El hombre se levanta
y prueba la mañana
igual que un vino viejo:

la huele, la degusta,
la escupe…
y en la boca
le queda la promesa
de un fulgor
que no tiene
ya tensión en sus músculos.

•••

Mi hijo Youssouph ya va a tener papeles, por fin, y lo beso, y me lo como, coño, que nos ha costado Dios y ayuda.
Un abrazo fuerte para mi Juanito [el mejor de los mejores], para Ana, para José Antonio, para Ramón, para Cipri, para Jesús M., para Jesús C. y para toda la gente buena que nos ha echado una mano con este chaval tan grande y tan oscuro.
Ahora, a trabajar.

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