Thursday, February 7, 2008

Hoy tengo sensación de arroz hervido.


Seremos, Ángel Pasos amigo, de cuando lo poco fiable… huesos afilados. Poco más.
Ayer murió un cercano casi de mis mismos años, de mi generación [una generación vacía y vaciada a fuerza de intersecciones y anuncios luminosos]. Hoy tengo sensación de arroz hervido, de enculado a traición por un sistema en el que estuve y del que quise salir… estoy en la peor edad, la de las odiosas responsabilidades en las que los padres empiezan a ver el fragor de la vejez y las taras y los hijos empujan y asfixian. Creo que me quedan quince años así, atado a esa balanza llena de pesas falsas en la que destruirme.
Sí, la muerte es estupenda si tramita bien su tempo, pero una hija de puta si se muestra indecisa.
Tengo sensación de arroz hervido, blanco, pastoso, insípido…
El optimismo ahora es una refriega con los demás para estar solo, una huida hacia la quietud absoluta.
Y vuelvo a las palabras como puñales de hace unos días: ‘una generación tan hecha, tan fácil, tan soberbia... tan banal’. Yo la habría calificado de deshecha, dificilísima, pobre y sombría… ¿pero soberbia?… ¿si es soberbia no callar lo que piensas sobre lo que aborreces, ironizarlo mientras aguantas el tipo como un vencido? Y no es soberbia porque no hay desprecio, sino aborrecimiento; porque no hay altivez, sino derrota; porque no hay envanecimiento, sino asco… aunque sí hay cierta actitud injuriosa, mucha cólera y bastantes ganas de agresión directa.
Sé que soy obsceno cuando aborrezco, y aborrezco fundamentalmente a los que solo miran para sí mismos, a los que le buscan utilidad a todo y a todos… cuando se cruzan en mi camino no puedo quedarme en la conmiseración de su edad o de su estado y entonces soy obsceno, casi sanguinario. Siempre creí que a cada uno hay que darle lo suyo, ni más ni menos, y no hay pena ni conmiseración que valgan. Quien busca el golpe se merece el golpe… y eso no es soberbia, es justicia, una justicia que vale igual para el hombre en perfectas condiciones de uso que para el ajado y viejo. ¿Era acaso mejor Pinochet por ser anciano?, ¿se le debía un respeto a la edad?, ¿era soberbia juzgarle con fría ironía y definirle con acidez?
El verdadero infierno es el que pisamos a diario, el que tomamos y el que damos a diario… destruye lentamente, anonada, inflige heridas constantes y deja llagas abiertas. Y el paraíso también es parte de ese infierno.
Ponderar la existencia de algo no es dominarlo. Y eso es jodido para un tipo como yo, que siempre pensé en dar la existencia por la palabra [nada existe hasta que yo lo nombre]. Saber no implica dominación, como no saber no es justificación para la culpa.
Llego ahora de un sepelio y percibo que la tragedia solo es capaz de existir durante un segundo, y que lo demás es abundancia de máscaras y gasto de gestos. El suceso, cada suceso, es trágico mientras se consuma, pero luego es representación y aspavientos inútiles. Y todos participamos en esa representación de la tragedia sin sentirla, sin imaginarla siquiera.
A mí me duele la pérdida en lo que supone de cosa común, pero no sabe dolerme con lágrimas ni con gemidos, me duele como una uña encarnada que no afecta al conjunto del cuerpo, porque somos en la individualidad una síntesis de lo que es el conjunto, y no se pierde demasiado si el dolor es centesimal… quizás no se pierde nada.

No comments:

Post a Comment