Friday, February 8, 2008

Purito ombligo...


Cuando uno se abandona, se pone demasiado gordo o demasiado pesado, que viene a ser lo mismo. Y eso es el resumen de su vida: morcillones de grasa en los lomos, una tripa de espanto, papada con mirada cenital al suelo y el culo caído por justa gravedad [gordo]… batallitas, consejos, las reinetas de antes sabían mejor, falsa seguridad, paseítos por la calle o por el campo y palizas constantes al de al lado resumiendo experiencia y rezumando una sabiduría monocolor y plomiza [pesado]… y uno puede abandonarse a los dieciocho años tanto como a los ochenta y seis.
Y en ese ‘esto es todo’ que hiede a zorola plenitud, se te puede ver como colgado por los dedos gordos de los pies, igual que un jamón curándose como único signo de supervivencia.
Entonces el poema es OPCIÓN, una posibilidad miserable de salida hacia la realidad… y lo es porque precisa soledad [lo que significa salvar a los otros de tu pestilente perorata].
Demasiados abandonados terminamos en la poesía y con ello salvamos a los demás [siempre que no nos dé por la jodida flor natural o por hacer partícipe forzoso al de al lado de unos versos escuálidos… que suele suceder que junto a un abandonado hay generalmente un verso escuálido].
Ayer me decía no sé quién a la puerta de un sepelio que apenas me ve, que no coincidimos ya ni en las reuniones del Centro de Estudios Bejaranos… y yo le contestaba que ya no voy a nada, y menos si es asunto que sume pesadez a la que yo ya llevo encima. También me dijo que andaba leyendo a Jaime Balmes… ¡pobre! [mejor no ir a reuniones en las que hay gente que lee a Jaime Balmes].
Y es que acabamos siendo purito ombligo, pero con una consideración diferencial entre unos y otros: hay ombligos que se valen por sí mismos y se saben mirar solos… y hay ombligos tan necesitados de otros ombligos [generalmente por mediocridad], que necesitan aunar sus miserias umbilicales para sentirse unos, grandes y libres… y desde ahí lanzarse a conquistar el mundo imbuidos de cierta dignidad institucional.
Hay una abrupta yuxtaposición entre esos tipos y yo, lo que me capacita en cierta manera para ser comentarista de sus ‘logros’ singulares, aunque, si lo hago, parezca un cínico [que lo mismo lo soy].
A veces me escandaliza que alguien vea algo especial en mí, que alguien busque mi compañía por eso, porque entienda que aquí se cuece algo distinto… y que me traten mejor que a otros –o peor– porque me sienten distinto. Me avergüenza que alguien me llame poeta cuando hay desconocidos al lado y me quiera utilizar como a un muñequito de feria… ‘yo, el amigo del payaso’. No saben que la poesía es aire y OPCIÓN para cualquiera. Lo que sí me gusta es que me teman, que teman mis reacciones y mis palabras, sobre todo esos que a veces se confían y me dan palmaditas falsas en la espalda… y que de ese temor (yo) termine notando que casi todo me está permitido [vuelvo a la calidad del bufón, como siempre]. Y es que no hice nunca nada especial, solo contar mis cosas en un papel igual que lo hago ahora, sin esquemas previos, dejándome llevar por lo que sea, que generalmente soy yo, solo yo.
Y no estoy triste, ni agotado, ni mustio… diría mejor que estoy en espera [creo que se dice ahora ‘stand bye’ o, mejor, ‘estambái’], o quizás al acecho, o lo mismo latente [como un virus cabrón]… quizás solo pendiente de no sé qué.
En fin, que me descojono a solas y lloro hacia fuera como una nenaza.

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