Saturday, January 17, 2009
Nace otra esperanza.
17 de enero de 2009
Son muy pocos días los que separan éste del que di por finalizado mi poemario “Dientes de leche”, y, sin buscarlo –andaba pensando en tres o cuatro editoriales a las que enviar el original, que por fin está ordenado a mi gusto–, acabo de recibir la llamada de Fabio para preguntarme que si me apetece publicarlo con él en “Delirio”, donde ya salió hace unos meses “No pasa nada si a mí no me pasa nada”. Y nace otra esperanza para poder soportar mejor este trago de meses en crisis de casi todo. La posibilidad de ver mi libro impreso me hace absolutamente feliz, sobre todo porque el libro me gusta, porque dice de mí lo que he sido durante los últimos dos años y tiene posibilidad de crecer en el lector. Y me gusta, además, porque Delirio es un sello fresquito, pujante, bien diseñado y muy adaptado al hecho poético que me gusta; porque Fabio está ilusionado en ser y hacerse ese editor que falta en el mercado hispano [ya lo está consiguiendo] y porque me gusta crecer con los que quieren crecer, reír con los que quieren reír, arder con los que han ardido siempre.
Estoy dando brincos. Gracias, Fabio.
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Si la verdad y la realidad no son precisas [si no lo no son en un instante], simplemente sirven para complicarnos la vida. Es por ello que busco un mundo de mentiras en el que idealizar lo que fue y lo que vendrá para conseguir que todo me resulte más fácil.
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¿Por qué todo está siempre anclado en el sistema de castigo y recompensa?, ¿por qué no nos basta con ser mientras estamos, sin tener que acercarnos al metro de la moral con sus múltiples puntos de vista?, ¿por qué esta pasión por definirnos al alta o a la baja, de vivir por comparación de logros y fracasos?... ¿no basta respirar para ser o dejar de hacerlo para haber sido?
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Anoche dormí bien, aunque al cerrar los ojos recordé las facturas pendientes y los jodidos números colorados en mi cuenta... dormí bien porque hago lo que deseo hacer aunque los números no cuadren, porque perdí hace tiempo la superstición de las sumas y las restas [cosa de hombres sin sustancia] y crecí un poquitito en mis ganas de hacer y en mi inconsciente pensamiento de que nada me resulta imposible.
Alberto me miraba todavía cuando caí en el sueño [un par de horas antes habíamos tomado unas cervezas en El Español y me expresaba su agotada confianza en casi todos... incluso creo que me miraba con incredulidad mientras le explicaba mis proyectos... con incredulidad, pero con cierto atisbo de esperanza en mis ganas].
Todas las noches me digo por dentro: “tú puedes, Felipe... tienes que creer en que tú puedes... Tienes que hacerlo, pues se lo debes a tanta gente...”. Entonces ya no soy esa ruina de huesos lamidos, y entro en el sueño con fuerza y sonrisas, e intento en él alcanzar la otra orilla, la que siempre está enfrente con el nombre de ‘inalcanzable’.
Claro que puedo, coño, Aberto... puedo porque tú estás detrás junto a otros muchos, empujándome con los ojos y las ganas profundas de que todo no sea como parece.
Ilusión es la palabra, pero ‘ilusión’ volcada hacia el acto, hacia lo consistente, hacia el sumar miguitas para conseguir hacer un pan mediano que pueda ser compartido... sí, ‘ilusión compartida’ es más exacto... ilusionarme yo y hacer real en vuestros ojos lo que en mí fue visión, y conseguir que sea parte de vuestra realidad para que se haga mía.
Recuerdo aquellos discurso de Martin Luther King que comenzaban con “He visto...” o “Ayer soñé...”... yo también he visto y he soñado, cada día veo y sueño que no podemos arreglar el mundo, pero que es posible comenzar a cambiarlo con sumas pequeñas, mínimas... con ganas grandes que se nos vayan de las manos... he soñado con niños aprendiendo a leer después de haber comido, aprendiendo a pensar después de haber bebido un agua limpia, aprendiendo a convivir sin conocer el frío en sus pies descalzos, aprendiendo a ser hombres sin sangre pendiente. Sé que estas palabras contienen un algo mesiánico, pero son palabras que dan fuerza, que animan, que indican posibilidad de conseguir que un hombre sea siempre un hombre delante de otro hombre. Hacer es tan fácil como enfrentarse a unos ojos ajenos y empujarlos a seguirte sin un futuro cierto, pero con un objetivo nítido. Y si caes, levantarte; y si te engañan, insistir en el camino de la confianza; y si te equivocas, retroceder y volver a empezar; y si pierdes, intentarlo de nuevo.
Conseguir solo precisa el intento constante, el empecinamiento en hacer, el no parar.
Un hombre no es nada, pero tiene la capacidad potencial de conseguirlo todo... eso veo, eso sueño cada noche y cada día... y por eso insisto en convenceros desde mi jodida individualidad para que me sigáis sin miedo, para que echéis una mano en esta brasa y nos quememos juntos hasta donde haga falta.
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FABIO R. DE LA FLOR
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