Wednesday, January 28, 2009

Nunca salté el plinton.


28 de enero de 2009
Mi facilidad para cerrarme puertas siempre fue sorprendente, hasta el punto de poder conformar una leyenda con mi trayectoria del ser para no ser. Y el caso es que disfruto siempre de ese llenar mi mundo de territorios prohibidos por los otros. Aún recuerdo algunas recomendaciones de un intelectual ilustre [?] hechas en el fragor de unas copas nocturnas, recomendaciones realizadas sobre un enjuiciamiento previo de mi trayectoria [en su día, ya hace nueve años – exactamente el día 4 de septiembre de 1999–, las dejé escritas en mi diario personal con intención de no enseñarlas más que cuando el tiempo sosegase las cosas o me sosegase a mí, y creo que hoy es el día exacto, aunque de momento no nombraré al propietario de la parrafada. Yo entonces andaba desatado con mi periódico –’Béjar Información’–, al que G. S. había apellidado como ‘el necesario papel puntiagudo del sector antiacomodaticio de la ciudad’, y largaba con absoluta libertad de lo que me salía de las vísceras... “¿Por qué te empeñas en andar sobre el hilo de la verdad que duele, si no te va a propiciar más que miradas hoscas y puñaladas? La verdad es la verdad y no hace falta alguna que tú la defiendas o la airees, que ya se encargará ella sola de poner y quitar, de ser olvidada o de ser tenida en cuenta por quien deba hacerlo. Céntrate en lograr metas, en hacer amigos y en regalar favores para que te sean devueltos... aprovecha los espacios públicos para elogiar a quienes pueden empujarte hasta donde desees llegar... no estarás haciendo nada malo, pues es de naturaleza humana intentar sacar provecho de cualquier situación... tú tienes capacidades importantes que te pueden llevar a los centros de poder, sabes lo que se cuece, tienes información que debes gestionar con astucia y escribes tan bien como los que viven de ello, o mejor. Aprovecha que tienes un periódico que es leído para que te teman –eso ya lo haces–, pero también para que te agradezcan, para que te necesiten, para que te utilicen –siempre siendo tú quien gestione esa utilización a tu favor–. Con dignidad solo llegarás a ser un pobre hombre frustrado, un desquiciado que no tendrá dónde caerse muerto... déjate de defender causas perdidas y pon todo tu empeño en ensalzar a quienes puedan llevarte con facilidad hasta donde tú quieras llegar. Mírame a mí, ¿tú crees que merezco lo que tengo?... lo merezco, claro, pero no por mi valor, sino por la gestión que he hecho sirviéndome de él. Un hombre nunca es lo que verdaderamente es, un hombre es solo lo que decidan los demás hombres.”.
Recuerdo que aquella noche me cabreé mucho y discutimos, y también que aquella conversación nos puso tal distancia que no hemos vuelto a cruzar palabras más que para saludarnos fríamente en alguno de esos saraos literarios en los que coincidimos.
El colega ya era alguien cuando intentaba hablarme como un padre experimentado –no niego que lo hacía con la sana intención de ponerme en el camino que él creía correcto– y aún vive magníficamente de su red de amistades y de los favores debidos. Cuando nos conocimos, él ya había saltado el plinton varias veces con éxito, y yo solo lo había intentado en el colegio salesiano y en el instituto R. O. G., con el resultado de acabar siempre estampando mis narices contra la colchoneta que protegía el lado de allá [gracias a que siempre destaqué en el juego del basket, lo que propiciaba mis aprobados en Educación Física].
Hoy, con mi vida hecha una ruina, sin poder dedicar nada más que un poquito de mi tiempo a lo que realmente me pide el cuerpo, pienso si mi colega intelectual [?] tendría razón, si debiera haberlo intentado para que los míos crecieran en un statu mejor... yo qué sé... aunque ahora me habría venido de perlas.

TRABAJOS DE LA SEMANA EN EL DIARIO GRÁFICO DE UN SAVONAROLA:












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