Thursday, January 1, 2009
L’art n’est pas chaste.
1 de enero de 2009
La niña que salió a la noche vestida como una mesita camilla, repintada, olorosa, como virgen putón del loliteo, esta mañana quizás esté pidiendo en urgencias Norlevo o Postinor... o lo mismo no se atreva, porque la dormidita me flocó los ojos con una edición Gallimard de Dominique Dupuis-Labbé [“Picasso érotique”] y el día que contiene el final y el principio se me hizo rustidera entre “Suzanne et les vieillards” y “Le Rève”.
La niña de lunares, la niña, pintada y de lunares, la niña, con medias negras tupidas y unas braguitas rojas se fue hasta el ron barato con tacones. La niña con el pelo hecho bucles, la niña, y una diadema y un bolso negro y esa fiebre...
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Salí a la noche, justo después de las uvas, porque el jodido estómago me pedía un tratado de no agresión, y lo hice con Antonio, que también va mayor, como casi todo lo que me rodea, y fuimos a felicitar a You, pero no pudo ser, pues andaba currando como un esclavo, que lo es, que lo es, que lo es [ha tenido que trabajar las noches de Nochebuena y Nochevieja quizás porque es negro o musulmán o un paria o, simplemente, uno más de todos los que no tienen suerte con la aplicación tácita de los convenios colectivos o sectoriales... en fin, en fin, en fin...]; y le dejamos una notita de afecto sobre su ordenador de explotado, mientras una pareja con hija monamona se hacía fotos “Hola” junto al florero hortera de recepción [pijos repugnantes con crisis de gusto y telarañas en la entrepierna]. Y que nada, que volvimos a la calle para hablar simplemente, para darnos noticia de la herida de edad mirando ese desastre de los padres que tiemblan y que olvidan, que tienen miedo y comen porque les va la vida en ello, sabiendo que algo va mal y soportándolo.
Y felicitamos al bonito de Antúnez, que nos quiso invitar a probar ese ron venezolano viejo mezclado con Perrier, pero que rehusamos, porque era mejor la calle medio sola y mojada... y volvimos a casa, y se me puso el sueño en las pestañas como una máscara y medio me cabreé porque los críos no querían dejar de jugar a la Wii y yo estaba partido, con una sensación de no hacer nada que me mata... y que nos fuimos prestos a dormir para olvidar el día, las armas, los beodos... y la niña niña con sus lunares y su braguita roja y su pose Degas y sus medias tupidas...
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CANTO AL EXCESO
Hijos de la fiebre,
que habréis de ser el polvo repetido
o el humus que alimente
a la amanita o a la russula
un otoño cualquiera,
podad la vida con la afilada hoz
de vuestro aliento
–no con el fino cuchillo de plata
ni con la cimitarra tocada de marfil–,
sed parte de la hoguera
que se enciende con el alcohol barato,
lamed los ácidos nucleicos
mientras estén calientes,
arded en la ictericia del hachís
y que el desorden mismo
sea el corcel que os lleve
a destruir las leyes indecentes
del que apaga la luz.
Hijos de la fiebre,
sabed que cada anciano muere solo
y todo su resumen
es mansa incertidumbre y voz vencida,
que el gris está apostado en la próxima esquina
aguardando ese paso seguro que daréis
y no habrá vuelta atrás
ni miradas posibles.
Soy la sal de Adit,
Isak Borj,
la paura.
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