Wednesday, January 21, 2009
Sé que tengo riñones.
21 de enero de 2009
Sé que tengo riñones porque hoy me duelen como puñaladas traperas.
Creo que anoche dormí cuatro o cinco horas discontinuas y se me fue la olla en terribles pesadillas que acabaron con la pregunta absurda de si sobreviviré a mis excrementos. El resto de la noche lo pasé en una suerte de autocompasión que me dejó amargo y tiradito.
Me levanté del lecho como con barba de diez días [el bigote, de más, que ya se traba en la sopa como un buzo] y metí este cuerpo de azufre quemado debajo de la ducha caliente... fue el mejor momento en muchas horas... el costado derecho latía por su puta cuenta y un dolor de agujas me hacía andar cojitranco por la casa. Cuando flojeo, me gusta mirarme desnudo en el espejo para encontrar el paso [el dado y el que dar], y me encontré mayor de cojones... con los ojos cansados y tumbados como limones sobre sus dos ojeras, con la barba reblanca y brillante por el agua y el jabón recientes, con el cuello empeñado en hacerse raudales de la lluvia de tiempo acumulado, con el pecho tan nevado como el paisaje de hoy y algo bajo de peso en la cintura [he perdido unos kilos en los últimos meses]. El sexo andaba lacio y cabizbajo, escondido en la tundra, y los muslos [excepciones en mí] seguían en su línea adolescente, largos y bien marcados, como columnas extrañas en este cuerpo. Las canillas, manchadas de marrón por los múltiples golpes sucesivos, delgadas como juncos [es genético], y los pies asombrosamente grandes, huesudos, demacrados.
A la vuelta, la espalda, siguiendo con sus curvas el nítido tramado del cordado que soy, con los hombros haciendo percha neta de los brazos, que son como elefantes sumergidos y tienen en las manos lo mejor que poseo... las nalgas como copos de avena, reblancas y aún guardando los interminables años deportivos.
No estaría tan mal, para la edad que traigo, si le borrásemos el jodido dolor que lleva todo el día jugando a extenderse como un nido de hormigas atacado.
Me vestí viendo a Obama decir lo que quizás no hará, gastándose en su entronización lo que bastaría para arreglar unos cuantos países miserables... pero pasé de él cuando tuve que agacharme para encajar los gayumbos por las pernetas... un jodido tirón que me puso en los ojos dos lagrimones me impidió seguir con el negrito mágico danzando como un adolescente tímido en el baile de graduación... desayuno a tranquitos con ayes repetidos y suspiros [Guillermo se partía el culo de oírme y verme]... viaje corto hasta el cole por el hielo que espejaba las calles y entrada al curro sin curro [es la tónica ahora].
Digerí lo que había [nada], fui a los bancos [menos] y me senté en mi silla a ver pasar las horas y contar los latidos cabrones de este dolor piporro y chungo.
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