Sunday, March 22, 2009
¡Vaya día de mierda!
12:33 horas: Acabé ayer el día con mi participación en el acto que la Asociación Cultural Auriga realizó para celebrar el Día Internacional de la Poesía. No me gustan mucho este tipo de celebraciones, porque todo se monta con muy buena volutad –algo que siempre es motivo de elogio–, pero el resultado suele acunar cierto tono de pastiche que no es de mi agrado. El caso es que hice una breve presentación con el juego del dado de humo –no sé si alguien se enteraría del asunto– y leí un poema acompañado al piano por un amigo de mi hijo Felipe, un encanto de chaval al que le doy las gracias y le animo a seguir en su aprendizaje musical, igual que agradezco con todas mis fuerzas el detallazo de la gente de Auriga con SBQ. Para esa hora ya estaba padeciendo un fuerte ataque de lumbalgia, fruto de haberme tirado un par de horas dibujando en el patio de Julia, en Palomares, creyendo que esta primavera temprana me permitiría ser un tipo normal en la naturaleza pujante... pero no, soy un vejete que se queda doblado a la menor corriente traicionera.
Dormí mal, pues no encontraba posición en la que no saltase el latiguito del dolor, y me levanté hecho unos zorros. Me duché con dificultad, sobre todo cuando se me cayó al suelo de la ducha el bote del gel e intenté recogerlo. Me quedé trabado en forma de ele, en pelota picada y lleno de jabón por todo el cuerpo. Me puse como pude debajo de la lluvia artificial y procuré desenjabonarme. Ya fuera de la ducha, secarme fue un drama de lo más cómico, pues ni la espalda, ni los muslos, ni los pies estaban a mi alcance... así que me puse por encima el albornoz –sin meter los brazos por las mangas, claro– y me rematé como pude. Del trabajo de vestirme, para qué contarlo, casi un cuarto de hora para encajarme los gayumbos, otro tanto para los pantalones... y el resto, como en un ‘sine die’.
Ya ataviado como un desastre, me vine hasta la imprenta para hacer la limpieza... fue la pura descojonación limpiar los servicios con amoniaco y un trapito... y lo de barrer y fregar, pues como un bailarín de salón, estirado y rígido.
Cuando terminé mis labores de limpieza llegaron Urceloy y Marisol para despedirse, pues iban a pillar caminito de Madrid. Intercambiamos libros –ya me habían dejado el jueves un montón para SBQ– y nos tomamos unas cervecitas en PdT [se les había ido la mano y estaban congeladas hasta el punto de hacer un juego extraño en el vaso], charlamos, reímos y me quisieron convencer de que tomase un ibuprofeno –creo que se escribe así–, pero sigo negándome a tomar medicamentos, sobre todo porque mi cuerpo es aún capaz de regularse solo y no me gusta ayudarle a reiniciar.
16:37 horas: después de comer sentado de mala manera, me vine a mi estudio con intención de escribir y leer un ratito –apenas he podido hacerlo en todo el puente–, con tan mala suerte que, al aparcar junto a mi cochera me dio un fuerte latigazo en los riñones y me giré de forma instintiva para atenuar el dolor... y en mi giro me acompañó el jodido volante del coche, que se fue contra la pared de piedra y jodí toda la aleta trasera derecha y parte de una puerta... ¡su puta madre!... me tomé un café con muy mala hostia, que me sentó mal, y me puse a pintar pájaros buscando el relax que necesito.
¡Vaya día de mierda!
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