Tuesday, March 24, 2009

Me siento un extraño.


Recibí la noticia de la muerte oficial de mi ordenata [con asombradas felicitaciones por parte del técnico de Mac, ya que he sido su primer cliente en cepillarse la placa base por uso y tabaco… no salía el tipo de su asombro] a la vez que el repartidor de Galaxia Gutemberg me entregaba un ejemplar de “Confesiones”, de Marina Tsvietáieva, que era como una premonición. Qué jodidas ganas tenía yo de pillar ese librito entre mis manos.
El solucionarlo fue claro y directo… “póngame cuarto de kilo de iMac urgente, pero con recuperación de documentos y programas”… que es mi herramienta de currete y, ya puestos en ruina, pues a morir matando.
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Me mueva donde me mueva, me siento un extraño… entre los poetas soy un tipo raro que escribe a su bola, sin asentarse en una tradición y sin seguir las directrices de un gurú literario mediático [así me va]… entre los políticos soy un ex de todo, el que deserta siempre por no estar de acuerdo con casi nada, el que no sabe militar sino en su forma de ver al mundo y al hombre, el que hoy está a tu lado y mañana es posible que esté frente a ti [no hace mucho, una amiga cercana me comentaba que un tipo importante, y cercano durante un largo periodo de tiempo al gobierno socialista de Zapatero, le había comentado que no soy de fiar como compañero político porque suelo morder a la mano que me da de comer… y así me va]… entre los empresarios soy como el jodido gato con botas, pues tramito mi empresa desde parámetros de corte socialista y tiendo a que mis empleados obtengan todos los beneficios que el sistema les pueda ofrecer [y así me va]… entre los colegas del mundo de la cooperación internacional soy el imbécil que se enfrenta siempre a la máquina administrativa, el que denuncia entre tacos a los que se llevan su porcentaje ‘solidario’ y viajan gratis por el mundo a costa de Juan Pandero, el que no pide subvenciones porque no cree en ellas ni en la buena voluntad de las instituciones que las sacan a concurso, el que pone a parir a las oenegés que conoce por su gestión perversa y mentirosa, el que saca los colores en público a esa casta de ‘voluntarios’ con sueldito a fin de mes y otras viandas, el que intenta hacer lo que piensa que debe hacer y por su puta cuenta [así me va]…
En fin, que no tengo parangón como desastre de mi casa, que estoy jodidamente harto de casi todo y que pienso que a este mundo del hombre hay que darle un revolcón con dos cojones.
Y no dejo de sentirme extraño porque quiero y no puedo, porque ya casi no tengo ganas y eso me jode, porque no encuentro un alma par que tramite en términos de normalidad la palabra ‘hacer’ desligada de esa otra expresión que tantas veces va ligada a ella: ‘esperar algo a cambio’.
Y qué… yo qué sé.

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