Wednesday, March 4, 2009

Aníbal Núñez siente la traición y jura...


4 de marzo de 2009
A primera hora, en el café que arranca el día, mi amigo Raimundo se presentó con un CD sorpresa que contenía mi soneto sobre Aníbal musicado por él [un verdadero placer escucharlo... gracias, amigo]. El mismo soneto había sido ya musicado y cantado por Jesús Márquez hace cuatro años en una versión que era muy de mi gusto, pero que no acabó entrando en la selección para el disco que hice con Jesús Márquez y que editó y produjo Paco Ortega para ‘El pescador de estrellas’, y acabó diluyéndose en ese olvido de maquetas que andan perdidas por mis cajones.
Escuchar un poema propio musicado y cantado, especialmente si es un soneto, deja una sensación extraña en la que sientes cómo lo que tú has creado ha tomado otro camino y se ha llenado de connotaciones y matices que no estaban en la idea inicial... la sensación es hermosa a la vez que extraña, como ver a un hijo crecer por su cuenta.

El soneto...

ANÍBAL NÚÑEZ SIENTE LA TRAICIÓN Y JURA

No voy a matar más de lo que puedo,

porque de verme dios estoy cansado.

Quizás me ahogue despacio en vino añado

en un rincón de bar tranquilo y quedo.

No voy a matar más a lo corsario,

porque el brazo se cansa y duele el dedo

de tanto disparar. Y ser Quevedo

me gusta mucho más que ser sicario.

El miedo que te ofrezco está en mi boca

porque hoy cambio las balas por palabras

que no saben de amigos ni banderas.

No voy a matar más, aunque no es poca

la amenaza de herirte. No me abras 

porque sé que otro tiene tus caderas.

Es curioso cómo Raimundo incide en los versos “porque hoy cambio las balas por palabras” y “porque sé que otro tiene tus caderas”, utilizándolos a modo de estribillo en diversas fases de la canción, que suena a himno... y Jesús, en un tono de balada que va subiendo en dos repeticiones del soneto sin su último terceto, acaba, rotundo, volcando la tensión del tema en ese “No me abras, porque sé que otro tiene tus caderas”.
Ninguna de las dos versiones responde a mi lectura recitada de ese soneto, ni en los énfasis ni en las cadencias, pero ambas lo enriquecen hasta donde yo no podía imaginar. Yo, durante el tiempo en el que escribí ese soneto, andaba en ritmo de tango... es más, llegué a escribir cinco tangos que aparecieron publicados en alguna revista literaria [ahora no recuerdo en cuál]... y siempre creí que era la mejor opción, ya que el tema es tanguero de verdad. Ahora no lo tengo claro.
En fin, es chulo verse interpretado.
•••
Vengan tentaciones hechas de cuerpos maduros, tentaciones de miércoles con su rara prosodia de ser centro de nada, con la muerte pequeña de los martes y ese río weekend sin remansos posibles... vengan a cobijar mis dedos mientras se me diluye la sintaxis... socávenme estos bosques hasta el gozo, tramando un abandono de mí mismo.
Cuando duermo, lo hago de frente y de perfil, como un recién fichado.
Vengan tentaciones con escándalo y bostezos, con carne como esclava, decidida a dejarse caer de bruces sobre otra columna vertebral, huesos sobre huesos de dos cordados resumiéndose... vengan tentaciones y tenga que preguntarme “¿hasta cuándo?”, vengan y se me pegue la lengua a otro paladar y sienta tal delirio....
Cuando despierto, estiro bien los brazos, como un recién nacido.
Vengan tentaciones y ese abrazo que toma por la espalda, y las manos buscando tus botones... son tantos, tantos... vengan como profanaciones y pereza, como páginas blancas que esperan mi escritura, como un rito sagrado en el que llenar el cuenco de la víctima con engrudo recién cocinado... vengan para tocar y oler, para lamer y atar...
Cuando camino, miro caderas hechas que tramitan los trancos de sus muslos, como un blasfemo nuevo.
Vengan tentaciones y me pillen dormido en mi escritorio, con la boca entreabierta y las manos posadas en mis piernas... vengan con fervor de cintura, con esas lucecitas que aparecen cuando cierro los ojos fuerte, fuerte... vengan como un sorbo de agua, y te vea desnudándote como lo hiciera Marilyn en esa imagen negra de Milton Greene... o como Nadia Gray bajándose las medias en ‘La Dolce Vita’... o como el strip-tease diario en Crazy Horse en los años cincuenta... o como la mujer del corsé que Horst P. Horst realizó para Vogue... o como las chicas de ‘Two at the Fair’ en los carruseles de Londres... o como las mujeres de Laure Albin Guillot en ‘Stockings Series’... o como las mujeronas de Elmer Batters... o como Laura Antonelli con manzana... o como Catherine Deneuve en ‘Belle de Jour’... o como Sophia Loren en ‘Ayer, hoy, mañana’, del gran Vitorio... o como Susan Player en ‘L’Initiatrice’... o como Jessica Lange en “El cartero siempre llama dos veces”.
Cuando me detengo, respiro hondo y cierro los ojos, como un muerto normal.

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