Tuesday, March 31, 2009

Hablar mientras pienso en otra cosa...


Hablar mientras pienso en otra cosa absolutamente distinta a lo que hablo es algo que me sucede con demasiada frecuencia, hasta el punto de que en algunas ocasiones respondo a mi interlocutor con palabras que no entiende y que le dejan estupefacto. Hoy me ha sucedido con un coleguilla que me andaba dando la tabarra con la historia de miedo de la CCM y los nuevos datos del IPC. Él me relataba todo lo que había leído en la prensa del día y lo que había escuchado por la radio y la tele, y yo le respondía con conectivas mientras pensaba en que me apetecía salir desnudo al frío de la mañana y correr como un loco levantando las faldas de las mujeres como si fuera un viento furioso… cuando mi amigo empezó a relatarme que, hace unos meses, los representantes del PSOE en la CCM expulsaron a los del PP y un montón de gente sacó sus ahorros inmediatamente, yo le dije sin más… “y llevaba las bragas blancas y mínimas…”. Se quedó callado y me miró con la carita rara. Me disculpé enseguida… “perdona, tío, que estaba pensando en otra cosa…”. Mi amigo relajó el gesto y me preguntó: “¿en qué coño estarías pensando?”… y me reí por el juego de palabras y significados. Luego me dio por pensar en mi fijación por la figura de la camarera… creo que todo viene de una postal que hice hace años para la presentación de uno de los libros de Belén Artuñedo, una camarera con cofia y mandilito ofreciendo bombones en una bandeja, y de mi lectura constante y reiterada de “La camarera del cine Doré”, de ese calvo inefable y divertidísimo que se llama Carlos Martínez Aguirre, alias Planseldon… el caso es que me pone la idea de la camarera, me hace viajar con la cabeza de forma inusitada, me hace temblar y escribir versos lúbricos [cuando me autoimpuse hace unos meses escribir poesía social en clave de 400 golpes, y la escribo, Adu, aunque no la hago pública de momento porque no me apetece].
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Desde chiquitillo siento una pasión inexplicable por los robots de latón y las naves espaciales que sacaron al mercado los japoneses entre los años 1950-1960, de tal forma que todo lo que encuentro por ahí, si es accesible a mi bolsillo, acabo comprándolo para mirarlo y tocarlo hasta el purito éxtasis… y busco en Internet cualquier imagen para imprimirla. Entre mis tesoros figura una caja vieja de Mr. Atomic, un robot con forma de supositorio y cinco relojitos en el vientre que creó Yonezawa para Cragstan, un ejemplar rojo del Robby de Yoshiya con dos antenitas en la escafandra transparente y una manija en el costado para darle cuerda, la nave Fire Bird de Masudaya, con el número tres en su aleta trasera, y un rarísimo ejemplar del Nonstop Robot, también de Masudaya. Suelo olvidarme durante meses de mis robots, pero, cuando me acuerdo de ellos, corro a buscarlos como un crío y los toco y lo miro y hago guerritas galácticas con ellos.
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Acuso recibo emocionado de la revista mexicana de pensamiento y ejercicio artístico “Separata”, en la que participo con un cuadernillo de poemas gracias a mi buen amigo Miguel Ángel Carrillo y a la generosidad de Federico de la Vega. La revista ha sido editada por la Facultad de Letras y Lenguas de la Universidad Autónoma de Querétaro y entre sus contenidos, además de esa muestra de poemas propios, hay un texto de Alejandra Alatorre, un trabajo sobre Baudelaire de Pedro Martínez Figueroa, unas pinturas de Luis Selem, comentadas por Carla Patricia Quintanar, y una evocación de Raúl Renán realizada por Carlos Campos. Rechulo de la muerte.
También agradezco a la Diputación de Jaén el envío del número cuatro de la revista literaria “Paraíso”, con la que he difrutado especialmente leyendo unos poemas de Rafael Courtoisie, del que no conocía nada hasta ahora.

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