Friday, March 6, 2009
Recelos.
6 de marzo de 2009
Me ha prestado G. un libro con muy buena pinta, “La dimensión oculta. Enfoque antropológico del uso del espacio”, de Edward T. Hall, y me he puesto a leerlo enseguidita... a ver si me arregla un puntillo el finde [gracias, G.].
•••
Aprende a prevenir, viejo, a establecer los muros que no deben pasar los hombres que tú decidas y a clavar normativas sobre el acceso a ti cuando estén recién encalados. No te conformes con el aire que te separa de los ruines... pon materia y altura, alambradas y minas, fosos y espinos.
El mundo no se hizo para tu talla.
•••
Quiero un mosto en vaso bajo
para la sed de esta tarde,
que apacigüe lo que arde
y silencie lo que rajo...
y desertar ya del cero
que me elimina y me anula
y desterrar esta gula
de fondo de monedero.
Quiero matar o matarme
para quitarme de enmedio
o aflojarme la mordaza
de todo el que me amenaza
con su avaricia de tedio...
Quizás me baste mamarme.
•••
No sé... pero tengo la sensación de que alguien me quiere hacer la cama, una cama con caída libre y hostia segura... quizás sea solo mi desbordada imaginación, pero siento cómo algo chirría justo a mi espalda... debe ser la edad –me digo–, pero tampoco me siento tan mayor como mi padre... y mira que hacía años que no recelaba de nadie, pero ahora lo hago –lo tengo medio claro, porque mi estómago se ha descompuesto como cuando sentía los tontos problemas prosaicos de los hombres como problemas graves y míos–... y es que la que parece venírseme encima tendría consecuencias para toda mi gente.
Ahora solo pediría que se me hablase claro, sin dobleces, que no se intentase conmigo la puñalada ni el rodeo... y yo prometo también claridad absoluta y franqueza para poner a cada uno en su sitio, que últimamente hay demasiada gente desubicada en muchos sentidos.
Sé que he sido empujado a lo que soy y a lo que tengo, que he seguido en algunas cosas el curso marcado por otros, que conozco motivos, hechos y razones y he callado; que no me siento mal del todo porque aposté a que todo sucediera, que peleé y peleo cada día con auténtica fe en que voy a salir airoso de la hora que vendrá, que he sido fiel y he puesto mi palabra... y cumpliré a pesar de esta crisis financiera que quiebra los deseos de cumplir a corto plazo, porque puedo decir con la cabeza alta que soy un tipo de palabra y cumplo hasta el final cuando me comprometo.
Recelo, coño, y eso no me gusta nada, me hace sentirme muy mal, pues ya no recuerdo las miradas hoscas ni la sensación de desconfianza en los que tengo cerca.
Aún me queda la duda de que todo sean imaginaciones mías, de que aún no he aprendido a juzgar a las personas con estos cincuenta y un años de gaznápiro que llevo a las espaldas... que sea así es lo que más deseo ahora, porque no tengo el cuerpo para tensiones, ni para defensas numantinas, ni para furiosos ataques... y menos para victorias pírricas.
Quiero que me dé todo igual, que el mundo fluya y la gente camine o se muera a su tiempo –yo incluido–, que campen las sonrisas y la mano en el hombro sea norma, que todo el mundo diga lo que crea que debe decir, sin guardarse las cosas en ese aparador de mierda que pone presión y busca estallido, el aparador de las dobleces oscuras, el de las ideas perversas, el del daño.
En fin, que hoy está nublado y a ratitos baja la niebla hasta los corazones de los hombres puros, que me duele la tripa y me la agarro, que no me encuentro bien, pero no importa.
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