Fuente: http://www.nudart.cl/
¿Somos por inercia?...
En esta sordidez de lo humano, el hombre debe hacerse responsable de su propia vida [existencialismo sartreño por antonomasia]… y, sí, terminamos siendo por pura inercia.
‘El optimista tiene la ventaja de que nunca abandona la lucha’, me dijo… y yo llevaba pantalones negros y una camisa por fuera con las mangas regazadas… también llevaba mis chanclas de rafia y la bolsa de saco colgada al hombro y llena de todas mis cosillas de usar [las plumas de dibujo –dos Waterman de pulsos diversos–, el tintero, un par de Stabilos del 0’4, el CD de Leonard, el cuadernito de los tuneos, las tarjetas de crédito y los carnets, las Ray-Ban de sol en su funda, las llaves, el affiche del Ché doblado hasta lo mínimo posible, un posavasos con la marca de una cerveza alemana, dos carboncillos en una bolsita y un difumino]… me quedé pensando en si yo realmente soy optimista o, por el contrario, si he abandonado todas las luchas.
Le dije que sí, pero estaba a punto de desertar de todo mientras se lo decía, de volver a esconderme en mi agujero como un gusano individual y solitario…
‘Estas cosas no deben afectarte, pues solo quien cocina puede romper platos…’, me dijo… y yo seguía arrastrando los pies, como hago siempre que camino, y llevando la cabeza baja –que es mi gesto, que no mi realidad–. Luego pensé que quizás ‘no somos’ por inercia, y le contesté un sí descabalado, como de mentira… guardé silencio unos segundos y me animé a preguntarle… ¿qué hago ahora?... Sonrió… ‘pues seguir adelante como lo has hecho siempre’.
La tarde iba buscándole los grises a las cosas y me apeteció ser Harry Lime o alguno de los personajes mágicos de Jean Renoir, pero me vi de carne y huesos en el vello de los brazos, en los restos de heridas pasadas como manchitas beiges, en las nervaduras de las manos, en el bulto del sexo traficando por su cuenta los bombeos… así no puedo ser más que un hombre, coño, un hombre vulgar y achacado por todo lo exterior, un hombre con espalda y entrecejo, con rodillas adormecidas y tendones sin su punto de antes… un hombre sin el cuerpo dorado de los muchachos ni la tersura de sus pieles, un hombre medio seco ya… y me acodé a un café cortito [aquí los llaman italianos] y pensé en los lugares comunes de huida, en el rastro de los animales viejos que buscan el lugar de su muerte, en las mujeres cálidas que viven al norte del noroeste, en la bebida tibia en una tarde de lluvia…
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Quiero agradecer desde estas líneas el apoyo de los amigos en los malos momentos, especialmente a quienes no han dudado en tomar partido ante el último ataque de los blues brothers de provincias. Gracias, amigos, por estar en lo bueno y también en lo complicado.
Gracias y un fuerte abrazo a…
Celestino Miguel
Antonio Orihuela
Diego Fernández Magdaleno
Pedro Ojeda Escudero
Fernando Díaz San Miguel
Jesús Urceloy
José María Cumbreño
Fabio de la Flor
Gonzalo Escarpa
Concha Bueno
Manuel Casadiego
Marcus Versus
Bernardo Santos
Ramón García Mateos
M. G. Moso
Antonio Gómez
Manuel Relinque Pérez
Belén Artuñedo
Esther Muntañola
Santiago Nieto
Enrique Villagrasa
Natalia Blasco
Ajo Micropoetisa
Felipe Zapico Alonso
Niño Atún [Manuel Relinque Pérez]
Nuria Benito Manjón
Antonio Miravent
Claudia Ortiz de Urbina
Eduardo Fuentesal
Vanesa Pérez Sauquillo
Tiago Gomes
Matías Escalera
Alberto García-Teresa
Antonio Crespo Massieu
Marisa Molina
Marino González
Antonio Rómar
Daniel Macías
Manuel Ambrosio
Begoña Abad
Herme G. Donis
José Luis
María Rosa
José Luis
María Rosa
Blanca
Juanto
Urah dal
Antonio Gutiérrez Turrión
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Y que se nos fue Diego Jesús Jiménez, pero queda su voz como una espalda.
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