Wednesday, September 9, 2009

Vuelta al cole.


Otra vez los horarios escolares, el lío de las matrículas, comprar los libros y el material escolar, la ropa de otoño/invierno [que los críos crecen como leones]… y las buenas intenciones que ya sabemos todos que no se cumplirán… que si voy a estudiar más, que si llevaré los apuntes al día, que si haré fichas de las asignaturas… los hijos son en estos días una mezcla de alegría y de temor, un compendio de buenos propósitos de enmienda y más dosis de fe que el Alcoyano.

Este año nos ha tocado tomar algunas decisiones de futuro que marcarán los días de Felipe, pues ha tenido que escoger un camino del que ya no podrá apartarse si continúa con éxito sus estudios. Yo le recomendé que tirase por el camino de las Humanidades, que se metiese en Latín y Griego, en Filosofía y Literatura… pero él, tan cabezón como yo lo fui en su día, ha decidido taxativamente que quiere deambular por las ciencias puras [yo me temo que él solo se ha puesto unas banderillas cabronas en los lomillos, pero es su futuro y no quiero que nunca me diga que yo lo torcí].

Ahora vendrá lo de ordenar las habitaciones, hacer los horarios y forrar todos los libros con el nombre en cubierta, revisar las bombillas de los flexos y ver si las sillas de estudio están en condiciones… y la esperanza de que todo vaya a mejor, de que asesen y vayan haciéndose una composición de lugar de su sitio en el mundo, de que empiecen a tomar partido y a sentir el ardor de la autocrítica para intentar ser cada día un poco mejores.

La verdad es que no tengo nada claro, no sé si estoy educando bien a mis hijos o los he malenseñado desde el primer día en que nos miramos a los ojos, no sé si sé ser padre o si soy puro fracaso, como en todo [es la sensación que tengo al respecto, la de fracaso]… pero me gusta confiar en ellos y soltarles cuerda para que me demuestren su calidad humana… en fin, que debo volver a cambiar mis hábitos y mis horarios… solo falta que llueva a cántaros y bajen un montón de grados las temperaturas para que vaya pillándole el tono a este nuevo proceso estacional.

Y en la comida, charleta con Felipe, primero… “no me defraudes, hijo, que confío en ti…”… y con Mariángeles, después… “ya tienes edad para decidir si pasarlas putas en medio de tanta mediocridad o pelear con entusiasmo cada uno de los días que vienen, hija, que yo no voy a durarte siempre…”… y me veo mayor cuando imparto estas charletas a mis hijos, me siento como apartado de ellos y de su mundo, como si hubiera algún cabo roto que ya no podré atar jamás… y no me gusta, no me gusta no ser amigo de mis hijos porque debo ser padre y mostrar una severidad que no tengo, no me gusta reconocerme amortizado y vencido, mayor en toda la extensión de esa palabra durísima para los hombres en pleno descenso.

Y comí, y me fui al café como todos los días [hoy ya no está Ana para servírmelo… lo siento… o me alegro por ella… lo que sea mejor], y volví hasta el trabajo [que ya flojea de nuevo] para pegarme una paliza soberana a colocar los nuevos libros SBQ.

Ahora estoy sudando como un campeón y no pasa nada.

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