Esta mañana recibí un mail invitándome a la exposición de un magnífico amigo de la forma que sigue: "El próximo día 4 de agosto se inaugurará la exposición del artista donostiarra Josetxo Lamy. Será a partir de las 20:30 horas. Esperamos tu asistencia." Y
hace unas semanas escribía el texto que copio abajo para mi amigo Josetxo Lamy con motivo de otra exposición que inauguró hace poquito.
Estaré presente junto a J., que me apetece mucho, en el día de la inauguración... va el texto:
en inmovilidad de largas crines
desgarbadas, sumisos a confines
abalanzados por los herbazales,
unos caballos hay. No dan señales
de asombro, pero van creciendo afines
a la hierba. Ni bridas ni trajines.
Se atienen a su paz: son vegetales.
Tanta acción de un destino acaba en alma.
Velan soñando sombras las pupilas,
y asisten, contribuyen a la calma
de los cielos -si a todo ser cercanos,
al cuadrúpedo ocultos- las tranquilas
orejas. Ahí están: ya sobrehumanos.
Jorge Guillén
Un éxtasis, diez líneas destrazadas, algunas manchas nítidas, rotundas… y un gesto parecido a ese sonido que suelta el clavicordio en una Iglesia retirada del culto hace unos años…
Hace un tiempo leí como atontado la ‘Crítica del juicio’, del superclase Kant, con la difícil meta de afinar en lo posible mi criterio [si es que puedo aspirar a algún estadio de esa mercancía, que no lo sé]… y solo aprendí de aquella lectura, y ya me parece mucho, que el Arte puede tratar cualquier asunto y enredarse en cualquier sentimiento, independientemente de su moralidad, incluso en el horror, pero que tiene un solo límite, que es el asco. Así que vale todo o casi nada, que depende de lo escrupuloso que sea quien mira.
En fin, cosas de viejo que anda en el trazado de saberse… y no atina.
Que venía yo a estas letras, por encima de todo, a hablar de ese mundo Lamy destramoyado [solo muñeca, mano y sentimiento] y lleno de sensaciones oníricas y lúbricas… todo un diario en trazos y destrazos, sincero y elitista, lleno de feeling [emoción, sentimiento] y enganchado a un manierismo hermoso y masculino… un diario sincero de caballos y cuerpos, de deseos y estados parecidos a los de los jóvenes bañistas del Duina exponiéndose al sol en cualquier mediodía… y encontrarse en los ojos, mientras miras, graves textos de Wilde, poemas de Verlaine, versos de Pasolini, suspiros de Cernuda… e incluso alguna metáfora preclara y gongorina [que eso es puro equilibrio] de Javier Lostalé… y también un proyecto de muerte estética muy cercano a Kavafis.
Entrar en el protomundo de Josetxo Lamy es muy grecorromano, pues el descendimiento posible hasta un infierno incierto solo puede admitirse en parámetros netos de exacta decadencia [la decadencia es bella, como pétalos secos entre cartas antiguas]… y la ascensión más clara es hasta el justo Olimpo de las formas perfectas, de los músculos tensos, de las cadenas puestas de inflamado deseo.
Pero, además de todo lo que aquí queda expuesto, lo mejor, lo más denso… es que Josetxo late en cada trazo suyo con latidos de riesgo… y, además, es mi amigo, un amigo constante, decido y experto en no desamigarme…
Yo le admiro… y le quiero.
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