Caballos recientes o lonchear cadáveres y envasarlos al vacío [una idea de mafia carnicera], el sí y el no, ser el malo de todo para siempre, autoconfiscarme la idea de seguir y fumar hondo, cabrearme conmigo mismo por haber escrito sobre una radio de Béjar [me prometí silencio, me lo prometí, coño, me lo prometí], cenar como un mandril hambriento, silbar canciones de Silvio o de la Sosa, corcobarme en lo oscuro cuando cuadra, distar y jamás dictar, decir de nuevo la palabra ‘muslos’ o la palabra ‘blando’, mojarme un poco los pies, sentir que siento... playas, colimbos, toronjas amarillas, cuartos a media luz, pensiones... me viene de perilla que se me vaya el coco y las manos se me despiecen en palabras inconexas... rubor, rouge, clarinete, círculo...
Truenan los viejos árboles con la labor del viento y miro allá, ponerse, a un sol anaranjado que no es el de ayer, que éste es algo más étnico y mercúrico... se lo come el horizonte como una comunión lenta y, apenas oscurece, se rayan de murciélagos cieguísimos las hembras de la noche... hay una brisa tenue que agrada y me dejo caer sobre el respaldo despreciando las luces titilantes de la ciudad al fondo... y subo las rodillas hasta pisar el raso del asiento... estoy descalzo...
Las noches y prenoches bejaranas, que van hasta el betún, son como de avaricia... y en el suelo se gesta el incontrol de los insectos con su temblor preciso y casi mágico... y en la raya del fondo, como una luz de gas, crecen las casas imaginadas en los ojos... y hay algo que aquí adentro se alumbra, algo que es como un vértigo pequeño y mantenido... siempre le tuve miedo a los payasos, un miedo cervical e incluso gástrico... los veía de niño entre mis sueños con sus caras pintadas, acechando... y aún los veo si la noche me pilla paleontólogo o insomne...
De luego de más tarde, llega el bar, con su pintor jocoso encargando cicutas para alcaldes, con el sudor constante de camareros ciertos vestidos de ese luto servicial tan camarero, con Alberto dejándome lamido en un catálogo que CERCO ha llevado por distintos institutos Cervantes de países diversos [introduzco al colega y también al amigo Fernando Malo... toda una iteración de este palabrero arrimado al trasunto cerámico... y yo sin enterarme]... y que me vuelvo al pilla-pilla imprentero con carteles enormes de fiestas llenos de anuncios, con programas celebratorios que contienen hasta una “gymkana guarra” [es sic y resic], con cartelones gigantes para casas de lujo, con transparecias para armarios de cocina, con rotulaciones de furgonetas viejas... y me canso y me descanso [me canso a los dos minutos y me descanso cuando cierro el negocio con el final de la tarde]... y vuelta a la noche bejarana y al no entender ese ‘¿por qué Béjar?’ que me llega urbino [de] y ortizado... todo es un trabalenguas dicho por un tragasables... la noche bejarana, casi mostrenca mientras lo toma todo y Ángel dale que dale al qué es esto y esto y esto y esto... pues es la vida, Ángel, coño... la vida... si ya te lo he dicho mil veces... la vida es esto, esto y esto... que así me lo han enseñado a mí, primero los curas salesianos y más tarde el mundo siendo mundo, coño... esto, esto y esto... ya ves qué sencillo... y otra vez lo murciélagos rastrillando en el aire sus alimentos leves... y las farolas ámbar, y las sombras chinescas de los árboles según pasan los coches, y las luces al fondo haciéndose agua turbia, y el calor aminorándose.
Ya dije: caballos recientes o lonchear cadáveres.
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