Wednesday, August 4, 2010

"Formol con Havana 7" (2)


Estaba yo escuchando ese día la ópera «María», de Astor Piazzola, cuando llamaron a la puerta con cierta insistencia. Abrí.
Ante mis ojos estaba el mismísimo Friedrich Hegel con un legajo entre las manos.
Me rogó que le permitiera descansar para reponerse del esfuerzo que le había supuesto llegar hasta mi casa -vivo en un sexto sin ascensor.
Mientras Hegel descansaba, le pedí con la mirada que si me dejaba echarle un vistazo al legajo, a lo que asintió con una leve sonrisa.
Una leyenda que rezaba «Vorlesungen über die Aesthetik» ponía título al conjunto. Los papeles estaban teñidos de grafías ilegibles y apretadas, de tachaduras y correcciones.
– Son mis lecciones de estética -me dijo Friedrich.
Y pasamos el día y la noche discutiendo sobre esa teoría filosófica de lo bello que tantas horas de reflexión le habían llevado.
Sin atender a mis múltiples ofrecimientos de bebida, Hegel cabalgaba como un avezado jinete sobre las ideas de la crítica y la perceptiva, a la vez que intentaba definir una suerte de síntesis especulativa que fuera capaz de poner solución a ese principio único llamado arte.
Con la amanecida, empezó a zarandearme vivamente para hacerme entender lo que él mismo era incapaz de explicarse.
A las ocho, una hora después, se fue sin despedirse con su legajo bien apretado entre los brazos, y lo hizo muy enfadado.
Jamás he vuelto a verle.

© lfcomendador • Propiedad editorial de "de la Luna Libros"

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