Resulta curioso cómo las crías de cernícalo que caen todos los veranos desde el tejado de mi casa, siempre buscan refugio en mi coche...
o se esconden debajo de él o simplemente, como el que veis en la foto, se posan en el techo y esperan a que los recoja.
La verdad es que ayer el día salió completito... tuneé trece huevos, besé a mi Aisha bonita [que ya sale de paseíto con Sandra y You cuando cae el sol y la temperatura es soportable], abracé al tío Antonio [que andaba en camisetina de tirantes por la calle Colón a las once de la noche] y salvé a una cría de cernícalo que había caído desde el tejado de mi casa ensayando sus primeros vuelos [todos los años me toca salvar a algún cernícalo –este mes es el segundo– y ya tengo muy aprendido el sistema, pues tengo localizados los nidos y el acceso al tejado desde el que devolverlos a su seguridad... antes los entregaba al Seprona, pero eso no me dejaba buen cuerpo –estaban conmigo mis hijos y sacaron unas fotos del proceso–]. Así que dormí medio feliz, aunque poquito, que el calor está cabrón y me tiene acotadito el sueño.
El bichito de anoche era realmente dócil y en ningún momento hizo el gesto de picarme...
yo acercaba mi mano a su pico y él giraba su cabeza para observar mi mano.
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