Sunday, August 22, 2010

Pirochemise



Fue un día algo performance por lo pirochemise y por lo longilíneo de las piernas femeninas que volaban por Notesalves... era ni más ni menos que la inauguración aplazada [por deceso triste] de la exposición de Josetxo Lamy... y yo, que no suelo ir a este tipo de actos [entre otras cosas porque sudo como un animal en los espacios cerrados y me suena la tripa en los silencios], hice el gesto de ir [también el acto] como homenaje al amigo JL.
El ambiente andaba entre lo espiritista y lo espirituoso... falta de luz, velas por doquier, actores entre el público, poesía declamada con grandilocuencia, mímica patentizadora de un estado genético del hombre y de la mujer, caras serias y público desigual [de procedencia y usos]... y se logró cierta magia, una magia de lo oscuro tanto en lo físico como en lo anímico, una magia que a veces me traía un saborcillo a lumpen y otras veces me dejaba cierto regusto cabaret de la Alemania en guerra... vamos, que disfruté con los ojos, con los oídos y hasta con el olfato [me faltó el tacto, coño]... y me harté de hacer fotos a tiempo, con el objetivo abierto buscando imágenes en la oscuridad. Tal fue mi concentración en el foteo, que en un gesto de encuadre me agaché y mi camisa negra Lacoste del 2004, que la llevaba por fuera del pantalón [en un sport discreto, pero elegante], tomó contacto con la llama de una vela y comenzó a arder... unas cuantas palmadas propias y algunas ajenas apagaron las llamas mientras mi pirochemise pasaba a formar parte activa y olorosa de la performance mágica prolamy... todo un numerito personal.
Del resto del asunto, me quedo sin dudarlo con la danza pareada femenina en camisón blanco... los vuelos, los músculos tensándose, los gestos de la manos [divinos por momentos], las bragas asomando sin rubor entre las piruetas, las cabriolas y los tráfagos [pues a veces eran negocios dolorosos de los dos cuerpos blancos]... me quedo con la cara de Luis [anonadado/enamorado], con la sonrisa entera de Josetxo hecha de dientes blancos, con el rumor al fondo, en la escalera, de dos cuerpos masculinos abrazados, con la cara de miedo de una señora entrada no sé si en vejez o en años, con la boca entreabierta de unos cuantos...
Luego me pregunté por los que estaban, por su gestión [digestión] del acto, por su enfoque del mundo, por su estesis [de feeling], por su criterio formado o deformado, por su gesto de estar siendo parte de un algo que contesta sin más a lo no preguntado...
Ver los cuerpos moverse, mezclarse, incontenerse... ¿quizás no fue teatro?
Y mi pirochemise negra de 2004 pasará a ser la nada del mundo de los trapos... ella, que sabe todo de mi pecho estrechado, de mis axilas viejas, de mis brazos/abrazos, de mi sudor de hombre, de mi espalda de cándido, de mis lomos dolidos por los cistos ciáticos, de mi vientre ingaláctico, de mi cerviz retórica y del pubis boscoso que atesora lo ingrávido... ¡mi camisa!... la negra... la de leer poemas, la de salir de noche, la que me hacía delgado... la voy a echar de menos, porque siempre me he atado a cierta ropa usada que apenas ve el armario... la voy a echar de menos, porque era piel y tacto, recuerdo, olor, textura, refugio de lo blanco, parte de mí...
Mañana iré de tiendas a buscar otro hábito como el que se ha quemado... y tendré que enseñarle a ser mi cuerpo exacto, a llevar mis palabras a su gesto precario, a asedarse en piel y a llevarme marcado de este luto que soy, constante y desgarbado.


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No puedo por menos que volver a mi camisa negra Lacoste del 2004, pues no se aparta de mi mente esta mañana... sí, ya sé que tenía una pequeña quemadura en el faldón derecho, una quemadura que me hice con el secador serigráfico hace unos meses y que le había dejado un cerquito de cuatro centímetros de color marrón oscuro; ya sé que tenía un par de agujeritos fruto de mis cigarros mantenidos encendidos en la boca mientras escribo, ya sé que el cuello estaba agrietado mostrando algunos puntitos blancos en la zona de roce, ya sé que el segundo botón de arriba se me desabotonaba solo de puro uso... pero era mi camisa favorita, la que me acompañaba siempre en mis lecturas poéticas, la que viajó conmigo a todos los lugares a los que he ido desde que la tengo... ella tiene sellados en su tela seis intensos años de mi vida y de la vida de mi cuerpo físico, con sus humores y sus restos... me encantaba ponérmela en invierno sobre una camiseta de Wody Allen que me regaló mi hija Mariángeles... y en verano siempre la he llevado con las mangas regazadas y por fuera del pantalón... con ella me sentía cómodo y seguro... y marcaba mi estética junto a un pantalón negro parduzco, también Lacoste, que adquirí en 2003 y que ya está tocando a su triste final por viejito [asoma parte de mi rodilla por la patera izquierda y la zona del culete empieza a transparentar]... y es que soy un maniático con mi vestuario, me cuesta que una prenda pase a ser ‘mía’ y, cuando lo hace, ya no paro de ponérmela, a diario, constantemente [solo aguantan fuera de mi cuerpo en los tiempos de lavado y secado].
Su adaptación a mí consiste en conseguir que yo me sienta desnudo, que perciba que mi ropa es parte de mi piel, de mi cuerpo... y me gusta que envejezcan conmigo, que tengan pequeñas heriditas de guerra solventadas en manchas, rozones, pequeños desgarros... y todos con su historia, que es parte de la mía... me encanta que sean de marca [fundamentalmente Lacoste] y que vayan perdiendo ese porte pijo y estirado de natural para tomar mi estética descuidada... podría decirse que visto andrajos de marca... y eso, que ya no está mi camisa favorita y que la cosa me pone un poquito triste, pues generalmente tengo otra en proceso de adaptación, pero la que anda en ese estado no me gusta mucho, ya que pertenece a una serie que sacó Lacoste el año 2009 con la desafortunada idea de poner en el interior del cuello y en el interior de los puños unos trocitos de tela mil rayas en blanco y negro, y eso me distorsiona bastante...
Sé que todo esto es una imbecilidad y que la mayoría del personal pensará que, con lo que sucede por ahí, estas cuitas mías son de purito tonto del culo... pero las padezco, coño, y no lo puedo evitar.

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