Tuesday, December 11, 2007

¿Cómo son mis pensamientos húmedos?

¿Cómo son mis pensamientos húmedos? Fundamentalmente de lencería posada sobre piel abultándose en una geografía sinuosa y escondida, en blanco y negro con un efecto flou… una colección de medias negras, braguitas mínimas de un blanco inmaculado, sostenes que permitan adivinar cómo crece lo que contienen, bocas con un gesto en el labio superior derecho, ojos entrecerrados, cuellos dispuestos, nucas limpias, cabello derramándose sobre los hombros.
Resultan particularmente enervantes una mano posada con elegancia sobre el cuerpo, un mohín vergonzoso, una mirada con la cabeza en escorzo, la lluvia mojando, las sombras que ocultan y a la vez enseñan… y una espalda en torsión, como buscándome.
No acostumbramos los hombres a expresar este tipo de pensamientos y gustos para una estética erótica, y nos equivocamos. Nos equivocamos al dejar que la mujer imagine y recorra caminos incorrectos hacia nosotros, nos equivocamos por dejarlas llegar directamente a su forma de ver el juego sin mostrarles nuestros caminos pensados y, por supuesto, nos equivocamos al no indagar antes en su hermoso y excitante mundo desiderativo.
Ando en estos días trabando una serie de poemas eróticos para los que guardaba mil apuntes y millones de sensaciones húmedas recogidas durante un montón de años de deseo y me gustaría conseguir poemas abiertos en los que la humedad fuera parte de mí y también parte de todos. No quiero hacerle un proceso al amor ni al sexo, no quiero trabajar solamente en un trasunto estético y erótico… quiero nombrar al deseo [mi deseo] con palabras exactas, con versos tan contundentes como una erección y tan sugerentes como un escalofrío; quiero correr a solas un camino de gestos y de pieles rozándose que me permita ver con distancia lectora lo que consigue erizarme en un instante.
Es difícil, pues se cae con facilidad en el meloso lugar común y se corre el riesgo continuo de traspasar el límite de lo que supone el ardor perecedero… y yo quiero hablar de algo constante, inmortal, misterioso y capaz de convocar mil reacciones químicas y eléctricas.

Me ayudaría mucho saber cómo sentís hasta la humedad, qué os produce ese vacío bellísimo que os hace tan humanos/as como yo… y a la vez sentiros profundamente divinos/as.

* Huelga decir que no importa el anonimato en la respuesta, aunque me gustaría conocer vuestro sexo.
(22:30 horas) Hay también cierto placer en sentirse triste y notar que dicha circunstancia proviene de una preocupación por ti mismo… entonces miras a la cara de la gente buscando esa diferencia con tu estado [pues no somos, y es triste, más que por comparación]. Cuando yo lo hago –lo de buscar comparación con mi estado de tristeza–, parece que enseguida empiezo a tomar aire y mi placer cambia su curso hacia la hilaridad: el mundo exterior sí que es triste, pero de una tristeza pachanguera y chusmosa que anonada. Creo que es por esto que he perdido el sentido del gozo con asuntos tan comunes como salir a cenar con unos colegas o irme de copas a un lugar de movida… este tipo de cosas –con las que antes gozaba tanto– ya no me interesan… hasta me aburren y me ponen de mal humor. Ver al personal jugando a desaforarse, haciendo intentos de salir de su mundo anodino con voces y frases absurdas, comentando en alto circunstancias de los demás que en cualquier otro momento les avergonzaría hasta pensarlas… me jode mucho escuchar –es muy común en este tipo de saraos y zorriondas– sandeces alrededor de las mujeres cercanas, esos ‘yolacogía’, ‘melatiraba’… cuando el que osa pronunciar tales machadas es muy probable que no haya llegado más que adelgazarse las muñecas a base de vaivenes.
Quiero estar solo y, en todo caso, escoger mi compañía si es que me apetece, porque ya tengo solamente ganas de orinarme en todos los símbolos del mundo igual que esos perros que marcan su territorio (?) en las ciudades.
El mundo es inservible e irreversible.

De FUMADORAS

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