Saturday, December 1, 2007

Paseo iniciático por la calle Alcalde Juan Belén Cela.

*[Trabajo dedicado a mis amigos Javier G. Riobó y Pedro Ojeda]




Ayer, aprovechando una salida de trabajo, pillé mi cámara sin otra intención que la de que me acompañara [fue una intuición pillarla y meterla en la furgoneta]. Nuestro trabajo se demoró por falta de unas piezas que no estaban terminadas y ello me permitió dar un paseo por la calle Alcalde Juan Belén Cela. Toda una experiencia moral, cívica y casi política…
La calle estaba desastrada y yo enseguida percibí la calidad del ‘homenaje’ que el Partido Popular le había hecho al primer alcalde democrático bejarano [aunque la verdad es que el homenaje diario se lo hemos hecho todos los bejarananos, día a día, destruyendo la placa con su nombre y llenando de porquería todo el lugar].
Aquello es una metáfora viva del ‘agradecimiento’, una metáfora que pide a gritos ser llevada a un poema largo sobre la capacidad humana de destruir.
Sin embargo, entre toda la mierda que compone aquel paisaje, si miras con ojos lúcidos, puedes encontrar cierta belleza plástica que merecería ser llevada a la calidad de obra artística, de monumento a la pequeña y rijosa humanidad bejarana.
Lo que ayer fue deshecho, hoy puede ser materia de contemplación y éxtasis.
*[Vaya aquí mi mejor recuerdo para el amigo Juan Belén].






























(12:19 horas) Releyendo por enésima vez ‘El tiempo incinerado’, de mi amigo Diego Fernández Magdaleno [cuatro libros –todos diarios– componen una foto fija en mi mesa: ‘El oficio de vivir’ de Pavese, ‘Diarios’ de Alejandra Pizarnik, ‘Vida de Samuel Johnson’ de James Boswell y el citado ‘El tiempo incinerado’], encuentro en su entrada ‘Miércoles, 11 de febrero’ una extraordinaria cita de Jacques Derrida que reza: “cuanto más confuso es un concepto más dócil se muestra a la apropiación oportunista”. Todo un tratado podría hacerse de la vaciedad que los hombres lanzamos al mundo a partir de la utilización espuria de conceptos confusos. Es sorprendente cómo armamos planes de vida en base a esa vaciedad, cómo diseñamos argumentos de purita truculencia y cómo intentamos solapar la realidad con las máscaras que nos propicia tal juego de confusión.
Ayer me decía un amigo que Zapatero es un nuevo Hitler porque está enfriando la economía sin saber lo que está haciendo, que va a cargarse el sistema económico porque solo atiende a la política de la amabilidad y se ha empeñado en cepillarse el mundo de los ricos de un plumazo… y me explicaba que ha cerrado el grifo a los bancos para que puedan financiar los negocios más brillantes de este país con créditos abundantes y gruesos.
Me quedé estupefacto con sus argumentos y me dediqué a buscar razones para responderle el próximo día que tengamos un café cruzado [y es que yo no entiendo de economía y él sí]. Indagué un poquito y enseguida vi la razón de su cabreo: resulta que hasta ahora los bancos podían dar créditos sobre un estudio de valor de mercado [valor de calle] que suponía hasta el 80% del valor del negocio a realizar [a rasgos gruesos, los empresarios grandes podían realizar negocios sin poner un duro, dada la sobrevaloración del mercado en comparación con los valores establecidos por el Estado, ya que recibían el 80% de un negocio con más del 50% de beneficios, lo que implicaba que en el crédito ya tenían conseguida la financiación completa más el 30% de beneficios antes de acometer el negocio… está bien, ¿no?]. Ahora, los estudios deben hacerse desde el valor que otorga el Estado a los bienes [el valor catastral, por ejemplo], que es un valor muy bajo, por lo que ahora al gran empresario le toca poner para el mismo negocio un 35%, aproximadamente, de sus propios recursos y esperar a que el negocio se remate para poder realizar beneficios.
Claro, así se enfría la economía de puta madre, pero sobre todo se iguala al personal por abajo y se anulan las hermosas ventajas para los poderosos.
Ya comprendo por qué mi amigo está tan cabreado, ya que le han dado un palo de la hostia donde más le duele… pero no entiendo por qué llama Hitler a Zapatero, cuando lo que ha hecho ha sido aplicar una lógica de socialismo moderado para buscar acercar al pueblo la igualdad de oportunidades y poner en valor a los verdaderos hombres de negocios, los que no necesitan de recursos ajenos para emprender ni de dinero en el aire para ganar.
Yo respeto mucho a mi amigo y le entiendo perfectamente si me pongo en su lugar, pero no entiendo lo de ‘Hitler’… me lo tendrá que volver a explicar.
¿Será acaso una historia que tenga que ver con la cita Derrida del colega Diego?
•••
Me hago un café en la máquina del curro y esbozo un rostro conocido en mis papeles con los carbones viejos. Las manos quedan negras y me gusta.
En fin, todo alimenta.
Leo también las últimas entradas de Antonio G. en su blog, y también alimentan, pero no acabo de sacar conclusiones que me dejen tranquilo por un rato, pues su mundo parece de otro mundo tan distante del mío… Él muestra una preocupación cercana por los restos del naufragio, siempre en el medio tono de querer estar y querer desaparecer a la vez, y yo me ando currando una rasgadura entera, de los jodidos pies a la cabeza [o estando definitivamente o desapareciendo inexorablemente]; pero me encanta leerle, porque me pone cierto puntito lúgubre en los ojos, que es lo que necesito, y me siento par al notarle buscando soledad.
Me hago otro café, que el anterior me supo a poquito, y leo un poema de Derek Walcott:

Al final de esta frase empezará a llover.
Y al filo de la lluvia, una vela.
Lentamente la vela perderá de vista las islas;
la creencia en los puertos de toda una raza
se perderá entre la niebla.
La guerra de los diez años ha terminado.
El pelo de Helena, una nube gris.
Troya, un foso de ceniza blanca
junto al mar donde llovizna.
La lluvia se tensa como las cuerdas de un arpa.
Un hombre con los ojos nublados la toca con los dedos
y tañe el primer verso de La Odisea.

Y solo me gusta que ‘al final de esta frase empezará a llover’, y no porque el verso me encienda, sino porque estoy deseando que llueva y ese verso es como una premonición.
Salgo a la calle. Llueve.

De FUMADORAS

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