Saturday, December 8, 2007

Cinco de diez.


Cuando salí de la ducha esta mañana, mi gente [un amor entero] me había preparado un desayuno sorpresa: mi leche fría chocolateada, raquetitas italianas recién hechas, una cajita de trufas frías de nata y el portátil delante con ‘2046’, de Wong Kar Wai, en fase de títulos [recién comenzando, que se dice por ahí]. Junto a esa delicia estaban ellos, los cuatro, expectantes por ver mi cara de sorpresa… mis hijos con un Zippo plateado que llevaré siempre, Mª Ángeles con su divino acopio de ropa nueva y una sonrisa especial, Mª Ángeles Jr. con un cigarro manchado de carmín y un texto muy adecuado a mi estado [‘… siempre le gustaron los bares de carretera.’] y un viejo posavasos de ‘TeDeum’, Guillermo con un dibujote de Ciclonic cuchillero enmarcado por un hermosísimo ‘¡Feliz cumpleaños!’ y Felipe deshaciéndose en abrazos y besos, casi sin resuello por haber ido corriendo a comprar las raquetitas recientes.
Los quiero mucho.
Y yo me quedé con carita de zangolotino mirándolos a ellos con cara de sentirme muy querido y sabedor de que el mejor regalo del mundo vive a mi lado cada día.
Luego llegaron las llamadas de Adela, de César Yuste, de la tía Antonia, el mail ‘¡Felipidades!’ de Alberto Hernández, la sonrisa magistrada y lejana de Martha Vargas [hermosa la judicatura peruana] y lo que vaya entrando con el día.
Y corrí a esconderme en mi estudio y lloré un ratito de pura felicidad… y pusé a Bob Dylan a todo volumen y leí a Buck y empecé una nueva versión de ‘Cinco veces diez’.

(14:02 horas) Hoy sé que no perdí mi tiempo del todo porque pude asistir a las clases de Genética del profesor Galán en el 77 y pillé conceptos de la biología durante seis años que me han servido bien para otras cosas, porque estudiando psicología llegué a encontrar la trampa que el hombre le pone al hombre [una de ellas es la misma psicología], porque mis estudios de biblioteconomía no me sirvieron ni para colocar mi biblioteca, pero me arrimaron más a los libros, porque en mi tienda de puericultura aprendí el mundo de la gente de verdad a base de hostias, porque pisé las calles para gritar libertad sin saber que mi libertad era pisarlas, porque me enamoré mil veces y nunca supe desenamorarme, porque bebí con Claudio Rodríguez y comí con Pepe Hierro, porque reí con Jesús Hilario y lloré escuchando recitar a Ángel García López, porque fui noctámbulo con Jaime Siles y fumé a escondidas con Antonio Gamoneda, porque casí perdí el sentido junto a Ángel González y hablé de largo con José Luis Morante, porque conocí a Belén Artuñedo y aprendí de Uberto Stabile, porque llevo viviendo mil años al lado del mejor tipo del mundo, mi Juanito; porque abracé a Ada Salas una tarde y otra canté junto a Ramón García Mateos, porque escribí siempre lo que me dio la gana y se lo pude dejar leer a Abraham Gragera, porque no llego a abrazar a mi Urceloy… pero sí a su Marisol, porque supe del compromiso por Antonio Orihuela, porque tengo un amigo que se llama Marino González y otros dos que se apellidan de la Flor, porque sentí a Lorena en una espalda ausente, porque vi morir a Ricardo Rodríguez Conde y un día se fue Juanito Montero sin despedirse, porque tengo un amigo de verdad que se llama Luis Alberto de Cuenca [con su mariña moza], porque un día abracé a Fermín Herrero y aún sigo sin soltarle, porque Máximo Hernández aún me recuerda, porque tengo un hermano que se llama Diego F. Magdaleno, porque conocí de lejos a Aníbal Núñez, porque tengo un pedacito del corazón de Paco Ortega enganchado al mío, porque besé a Amparitxu Gastón un día de todos los demonios, porque sé cómo mira mi madre y cómo quiere mi padre, porque tengo tres hijos de Mª Ángeles lanzados a la vida como si nada, porque tengo a Mª Ángeles, porque siento a Auxi… porque no sé, y quiero aprenderlo todo, hoy percibo que no fue tiempo desperdiciado el que viví.

TOLLE, LEGE III

Su mujer es un ángel, porque sólo un ángel podría soportarle a él, y más durante veintidós años. Comparten tres hijos y a veces la mirada. Cuando regresa a casa del trabajo, agotado, deshecho de un asco de números, ella le proporciona la justa comodidad del cariño. Eso a veces le hace continuar. Los hijos también le quieren. Algunas veces hacen el amor y se siente tan vivo como cuando se divide en el trabajo. No son muchas veces, pero algunas veces hacen el amor.

Parte de incidencias nº.: 3700061: Pérdida de paquete con destino a Murcia. Empresa: SEUR. Paquete asegurado. Reclamación nº.: REC000026MU. ... La petulancia es como la sangre, es indispensable para la vida del hombre, y sólo la estupidez puede ponerle sordina, porque no es lo mismo ser un petulante a secas que ser un petulante y un estúpido.
Una mujer comiendo morcilla en el salón comedor de su casa, sola, vestida con una bata de boatiné deshilachada. Entra la luz del sol por la ventana y se planta sobre la mesa. He dicho que la mujer está sola comiendo morcilla. No hay miradas furtivas, no hay gestos hacia el otro porque el otro no existe,... pero existe fingimiento, porque el fingimiento pertenece al subconsciente colectivo de esta mujer, y al de todas las mujeres, y al de todos los hombres. La mujer insiste en acariciarse la cara con su mano izquierda mientras mastica el último bocado. Su pelo está descuidado, no está pintada, aunque tiene restos de rimmel en los aledaños de los ojos. Podría decirse que ha llorado, pero también podría decirse que la noche hizo su trabajo en aquel rostro. No hay pan sobre la mesa. ¿Comer morcilla sin pan? La mujer se acaricia el rostro. Sus manos no son bellas, pero son pequeñas, con los dedos finísimos. Ahora están manchadas de grasa y toman un gesto forzado. La mujer mastica con parsimonia y se acaricia el rostro con la mano izquierda. No sé en qué piensa, me resulta imposible averiguarlo. Quizás no piense en nada, ¿pero es eso posible?

Durante la comida cruzan las miradas sin buscarlo, y perciben que el amor se ha remansado. Los niños enredan, ríen, lloran, se quejan. Son niños normales, niños como los demás niños. A veces le llaman por teléfono durante la comida y se le llevan los demonios. Siempre le llaman para historias de números o para solventar algún asunto urgente, cosas como que no ha llegado un pedido a tiempo, que algún cliente ha devuelto un efecto o que alguna de las cuentas se ha quedado en números rojos. Estas llamadas le parecen una falta de respeto da su intimidad y se enerva, se enfada muchísimo.

Parte de albaranes diarios. Alb. 800312 VºBº. Alb. 800313 VºBº. Alb. 800314 VºBº. Alb. 800315 VºBº. Alb. 800316 VºBº. Alb. 800317 VºBº. Alb. 800318 VºBº. ... Un ahorcado de un techo que no existe, desnudo, con su sexo erecto, orina una lámpara que da luz a una mujer que crece en una maceta por sus cabellos. La mujer tiene las piernas abiertas, el sexo abierto. Del sexo de la mujer crecen hacia la luz plantas de tallos larguísimos que se rematan en flores de cinco pétalos. De los tallos salen una suerte de espirales que prometen otras floraciones. La mujer sonríe. Sus ojos son como peces esbozados. La luz lo ocupa todo. Tampoco la maceta se apoya en suelo alguno.

De FUMADORAS

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