Tuesday, June 3, 2008

Un regalillo de Maite Iglesias.

A falta de ganitas escribidoras [estoy zorolo y mugre], os dejo este regalillo que me envió hoy mi amiga guapa y cellista Maite Iglesias. A disfrutarlo.



Siguiendo el consejo del maestro Diego Fernández Magdaleno [con el que hablé ayer y me dijo, retándome, que no había cojones para hacerme una foto igual a ese desnudito mío de bebé que expuse el día 27 de mayo en la entrada “Pretensiones con intención” de esta bitácora… y exponerla en el mismo medio, claro], me puse manos a la obra con el fin de encontrar el paso del tiempo en mi cuerpo [sobre todo porque este tipo de retos me ponen un montón]. Jo, colegas, el resultado es absolutamente patético: de las varias tomas que me hice, apenas en un par de ellas logré una posición similar a la del bebé que fui [con pelota incluida, claro], pero la diferencia es que mi decúbito prono tiene una acusada tendencia a juntarse con la gravedad [g] para precipitar en un amasijo de colgajos todas mis carnes blancas… los bíceps, las tetuelas, la carnona sobaquera periférica, la tripota blup-blup, las mochiletas lumbares y las nalgas como desparramadas [de las piernas no digo nada, porque las tengo chulas aún, je, je… y de lo que no se ve en la foto, pues que tampoco hago comentarios]… intentado obviar la carne caediza con el fin de sacar algún provecho gráfico a mi ronco desnudo, miré de otra manera, y todo era vellosidad y matojos blanquitos allá por donde se mirase a esa mancha blanquecina [tal que la de un albino mesetario]… Tampoco. Así tampoco le sacaba a la imagen cierto partido estético [la verdad es que lo tengo difícil]. Y me puse las gafas de ver, y se me ocurrió que yo ya no soy una imagen, sino el término de una imagen, el casi final, por lo que abrí mi Photoshop y me dispuse a retocar la cosa hasta juntar lo que me siento y cómo me lo siento. Triste mi voz, dejo a mis manos que hicieran lo que ahora veréis sin más demora.

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