Sunday, June 1, 2008
Sobre esa necesidad constante de pintar.
Hace ya unas semanas que los guripas dieron suelta al desinhibido del pueblo, quitándole las argollas y la mordaza, y dejándole a su suerte [a la nuestra] en la Plaza Mayor. El tipo es porfiador y pendenciero, y se pasa los días echando un cuarto a espadas con voces y amenazas a todos los que pasan a su lado. Tenerlo de esta guisa frente al ayuntamiento le da a Béjar un punto algo dadá: el delincuente que goza su libertad y practica su libertinaje frente a sus carceleros y frente a todo lo que pudiera significar autoridad en esta tierra chica y escondida.
Como mucho, me parece curioso y algo incómodo.
Qué le vamos a hacer.
•••
Me pregunto con frecuencia sobre mi necesidad constante de pintar, y más aún sobre el empecinamiento de apuntar cuerpos femeninos sobre el papel. Sé que ese afán es resultado de mi imprecisión con la palabra [curiosamente salto de la palabra imprecisa al trazo o la mancha, más imprecisos todavía], pero también hay algo en este asunto que me intriga, y no es otra cosa que gozo con desmesura cuando siento que al apuntar un pecho en el papel estoy dándole respiración al cuerpo que lo contiene, que cuando apunto una boca le sumo capacidad de expresión vital al rostro vacío y plano que la recibe, y que cuando le sumo unos ojos acabo de darle vida como un dios pequeño y escondido. Es quizás esa sensación de dotar de vida a algo que no la tiene la que me hace necesitar con vehemencia volcarme en los trazos y las manchas. Además –lo decía Valèry– “dibujar es un acto de inteligencia” en el que la idea del resultado no se adelanta nunca al momento del trazo, sino al contrario, es el trazo el que fija la idea [circunstancia que no ocurre con la escritura].
En todo caso, nunca debe ser circunstancial que para llegar a una forma plástica se haya hecho antes uso de los sentidos como captadores reales de la esencia y la forma. Para dibujar un pecho debes haberlo palpado con la mano incendiada, habértelo comido con los ojos, haberlo degustado con la boca, haberlo olido cerca, muy cerca. Lo mismo debe suceder en literatura… de ahí la expresión ‘experiencia’, que siendo conocimiento real por los sentidos, termina siendo también experiencia de la escritura y de la pintura.
No sé, me lío demasiado, ¿no?; se me amontonan las ideas y se mezclan sin orden en una suerte de guirigay que me sirve sin servirme demasiado.
En todo caso, en lo más profundo sé lo que me sucede y casi he llegado a percibir por qué me sucede.
HERMOSA TARDE INTERRACIAL/INTERCULTURAL EN EL ENCINAR
Con detalle del delicioso baile de Youssouph entre su gente.
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MALICK Y YOUSSOUPH
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