Sunday, June 22, 2008

Tarde de flores, bichos y cerezas... y ronca mañanita de hospital.
























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Viaje prototipo a Salamanca con Ángel [los bejaranos siempre hacemos viajes de hospital a nuestra capital rijosa] para someterlo a un T.A.C. [Tomografía Axial Computerizada] que sea indicador del estado de su cabeza después de pasadas varias semanas de su caída por las escaleras de Santa Ana. La verdad es que hay veces que estas tecnologías sirven exactamente para afirmar lo que perciben los sentidos de las personas comunes. Ángel está confuso, tardo, desmemoriado, con cierta falta de equilibrio y bastante acojonaíllo por la debilidad que le ha traído el golpe, por el zurriagazo moral que le ha dado la vida y por ese no querer fajarse ya demasiado con el tiempo… que será lo que venga a afirmar el informe del T.A.C. en unos días, aunque con palabras técnicas y rimbombantes.
El hombre solo hace que repetir que no tiene ganas de nada… que no tiene ganas de comer, pero come; que no tiene ganas de levantarse, pero se levanta; que no tiene ganas de ver la tele, pero la mira… Yo creo que su palo mayor [Dios] le está fallando ahora, justo cuando se apatece más necesario; y procesar tal circunstancia precisa tiempo y un uso de razón más o menos estructurado.
Es jodido ponerlo todo en manos de Dios durante una vida entera y larga, para caer en la cuenta de que algo falla cuando apenas queda resuello para tomar otra postura mental [y hasta física].
Empecinarse en una creencia cuando se tiene fuerza y mucha vida por delante, tiene el peligro de llevarte a caer e una cuenta peligrosísima cuando ya apenas hay un solucionario mental para sostener los cuatro palos del sombrajo.
Y a mí me da mucha lástima asistir a este proceso de auténtica confusión, y me dan ganas de conversar con él sin medias tintas, de preguntarle por el estado de su idea de Dios y de indagar en las posibles dudas que le hayan surgido en los últimos meses.
Ahora estoy realmente convencido de que mi camino de pensamiento, en lo que se refiere a la espiritualidad y a la muerte, es más incómodo en el antes, pero mucho más fácil de llevar en el después, pues no me espera el desencanto, ya que sé hacia dónde voy [una nada eterna de huesos pulidos] y estoy aprendiendo con mucho tiempo [lo hago cada día] a procesarlo y a aceptarlo con tranquilidad y con la consecuencia feliz de ese simple e inexorable “no pasa nada… y si pasa… pues tampoco pasa nada”.
En fin, que estoy tristorro de ver al suegro hecho un guiñapito que no sabe sobreponerse de su tremenda ceremonia de la confusión, de saber a ciencia cierta que puede salir de ella si pone ganas de su parte y de averiguar en sus ojos que no va a poner esas ganas que le son ahora tan necesarias. El problema secundario es que en su empecinamiento nos arrastra a todos los que le rodeamos hasta lograr hacernos la vida mucho más complicada de lo que podría ser, aunque ya se sabe, que yo lo he escrito en el párrafo anterior: “no pasa nada… y si pasa… pues tampoco pasa nada”.

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