Wednesday, June 25, 2008

Está el día de iguanas...


Está el día de iguanas y de gatas sobre tejados de zinc calientes [los tejados y las gatas], y todas las especies se esmeran en dejar cubiertas a sus hembras para asegurar los genotipos y jugar al azar de los fenotipos… pero yo solo sudo y me lamento del exceso de grados Celsius que me agota sin más.
Debo atacar el día con longitud y convencerme cada minuto de que el paisaje puesto en mis ojos no será repetido, de que el gesto y la voz siempre serán otros porque no hay tregua posible y lo pasado jamás ha de volver. Presentir para poder sentir con razón y uso lo que haya de venir, para ser perceptivo en el instante preciso y no perderme nada que no deba perderme. Así considero que debe ser vida [de la de otros no sé ya hablar] y así la intento cada mañana y cada noche.
Ayer, en la media noche, cuando salía de mi estudió para buscar el descanso de mis sábanas, la vecina insoportable insultaba a voces a su marido y los gritos daban sombra al silencio de la noche: “¡… … si no sabes ser un hombre, muérete ya, pelele… y quita esa cara estúpida de mi vista… muérete de una vez…!”. Esta mañana, cuando llegaba de mi casa al trabajo, le vi salir de su casa con los hombros caídos y la mirada perdida, como agotado de todo. Le saludé y me contestó con un leve gesto de su cabeza, y me dieron ganas de insuflarle ánimo para hacer salir toda su rabia contenida y desterrar al miedo atroz que se percibe en sus ojos y en su caminar.
Está el día de iguanas y la gata muestra su sexo entre mohines con el rabo levantado, mientras sus ojos verdes maúllan con electricidad. Y no hay rumor de árboles, porque el viento se fue ya hace un ratito a vivir en las horas inalcanzables y hacer, así, algo más nítido el sonido caliente de la gente que pasa.
Conocer el final aclara casi todo; saberlo te hace lúcido y te vuelve capaz si consigues no abandonarte.

Un día, sin más, escribiré con caricias,
porque no habrá palabras
o estaré harto de ellas…

[escribir con puñales no me apetece tanto,
pues de las armas blancas
crecen los versos muertos]

Escribiré con cáscaras de nuez
o con élitros de coleópteros,
y lo haré como volviendo a lo doméstico,
sin ser irracional, pero ardiendo lascivo.

Un día, pronto, escribiré con manzanas reinetas
sobre el peso de las piedras
y la hermosa textura de tus muslos
apretando los míos…

y no habrá ya rabia,
solo estremecimiento y temblor.

Todo será porque sabré mis límites
y estarán bien marcados en un mapa
con la sangre de ayer y el aire necesario de mañana.

Un día, sin siquiera pensarlo,
empezaré a escribir con saliva batida
en una lengua ajena,
y mis versos ya no serán las sístoles
de un corazón mecánico…
serán aliento, alquimia, bocanadas.

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