Llevo todo el jodido día [ha sido un día perro de deudas y peseteo] escuchando como un poseso “Superhéroes de barrio”, de Kiko Veneno, para intentar ponerme chocolé y pasar de todo, y de pronto se me han venido a la cabeza todos los hermosos superhéroes que me rodean… Pepe, el de La Madrileña, sujetando siempre los edificios aledaños para que no se caigan, con su cigarrito en la boca y la tranquilidad extrema de los hombres sin problemas, como un Hércules estilita venido a menos… la ancianita turbantera con bata de boatiné y su eterna pericia en el trasiego de cafés recién hechitos a los locales del barrio… el desinhibido, con la muñeca vendada y su zacatán cervecero, haciendo de malo siempre, como uno de aquellos hermanos Malasombra tan chiripitifláuticos… Supermacías con su superpoder reciclante [todo le sirve al jodío] y con su sonrisa sempiterna y pícara… la lunática, a su bola, charlando con los parabrisas de los coches aparcados… Bolique en rey de reyes [y toda su compaña] con su hermosa marcha gitana tan par a la cosa Lazarillo… el cromo Falconeti con su estética Brutus y su marcha Viriato… la gorderas fumeca con su lento pasar por donde sea… Mateín con sus superminiños… la saga cubinera de supertrampantojos y decires librescos… el bancarra Josema con su arma euríbor… la Aurora del bazar a puro golpe de telenovela… el puticlú bandarra de la calleja estrecha y sus supeheroínas… el librero encendido con su genio de atleta… el pintor 103… la Casa Grande jugando a ser liceo de superhéroes magros [los hay a puñaos, y buenos… contarán con entrada larga un día]… el taxista veloz que le echa a la plaza cincomil pasos por hora… la hermosa faraona con su perro divino… el ‘insti’ con sus malos malísimos y sus buenos rebuenos [hay una superwoman con carita de buena –solo eso– que despacha misiles en forma de suspensos para no perder el sueño]… el mameluco delgaíno que se sienta en el caño con su birra y sonríe… el cura motorista y vaticanista auténtico… la cohorte de supermonaguillas con rouge y papeletas de rifa [anidan todas de los setenta p’arriba]… la samaritana que cada día me deja en la puerta una lata de sardinas en aceite… la malamalísima de enfrente [¿no tendrá otra cosa que hacer que no sea molestar con su gruñonería?]… el hip-hopero del coche rojo con superauto de tuneo thriller… la pija Ferrero Roché, también llamada ‘superínfulas venida a menos’… el correveidile crápula… el gran tahúr vencido… la peluquera del Titanic… los gecobesos serranos… Superiflito [es el más súper de todos, pues regenta el supermercado del barrio]…
Una gloria bendita de cómic local que hace pura excelencia del paso de cada uno de mis días bejaranos, gente con nombres y apellidos a mayor gloria de lo que sea. Una hermosura de color y razónes para no querer irme de aquí jamás de los jamases.
Digo.
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Anoto acuse de recibo desde México de “Nosotros, los malditos y el resto”, de Lucía Yépez; “Memorias de mujeres en prisión y otros relatos”, de Verónica García Rodríguez; y “Raíz de Gata Negra”, también de Lucía Yépez. Todos llegados de las manos generosas y finísimas de la encantadora Alexandra Botto [mil gracias, amiga].
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